En el Sábado Santo comenzamos a ver que es el mismo Dios quien ha hecho de la muerte su instrumento; No para aterrorizarnos, sino para llamarnos más íntimamente a su lado.
En la oscuridad purificadora del Sábado Santo descubrimos el Sábado de nuestra espera, descubrimos una esperanza sólida.
Sólo Cristo puede llevarnos a la mañana de Pascua, y así sucede con todos los sábados de nuestra vida.