Coloquio de amor y encuentros
*ORACION: Coloquio de amor y encuentros*
Enséñame, Señor, tu amor gratuito. Que no espere más que el tuyo. Que aprenda a hacer espacio para que el otro sea. Que aunque cueste, busque siempre hacer el bien. Que escondido, entregue la vida en silencio. Que en los pequeños gestos, descubra la grandeza del Reino. Que recuerde, y desde allà viva, en mi propia vida y en tantos encuentros, tanto amor recibido, tantos gestos acogidos, las miradas que sostuvieron los abrazos que contuvieron. Tanto amor que solo sabe invitarme a seguir entregándome a corazón abierto desnudo agradecido y amante.
_(MatÃas Hardoy, sj)_
Descansa sólo en Dios, alma mÃa, porque él es mi esperanza; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio.
Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia: todos juntos en la balanza subirÃan más leves que un soplo.
No confiéis en la opresión, no pongáis ilusiones en el robo; y aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón. (Sal 61)
Necesidades y deseos exigen su ración diaria dentro de nosotros. Acosan el corazón y esparcen su malestar en todas direcciones. Caprichosos y fugaces como rabia de niño. Elementales como el sol y el pan de cada dÃa. Ajenos e impuestos por la astucia del mercado. Nuestros y viscerales con una larga historia de hormonas y de dÃas.
Pero encuentro en mà un deseo con raÃces más hondas que yo, con un destino más extenso que mis contornos singulares, más duradero que mis dÃas contables: ¡el deseo de ti y de tu reino!
Único deseo que orquesta en armonÃa nuestras necesidades. Fuego inextinguible que tú alientas cada dÃa, intenso como una llamarada, o apacible como brasa entre cenizas.
Cuando es mÃo tu deseo, cuando es tuyo mi deseo, cuando es nuestro y único el deseo, ya se encuentran el cielo con la tierra, la eternidad sin cuentas y el tiempo tan medido, el yo tan solo y el nosotros, el espÃritu libre y el cuerpo aquà y ahora. Avanzamos solamente en tu gracia, siguiendo solamente tus ofertas, sin codicias tiranas que impongan su agobiante ritmo, ni reclamos de otros dueños que nos rompan. Solamente en ti y en tu reino, solamente. (BenjamÃn González Buelta, SJ
Coloquio de amor y encuentros
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