Sábado Santo MarÃa sostiene la esperanza
MarÃa, el Sábado Santo en la noche y domingo en la madrugada, es una mujer que acaba de perder a su hijo. Todas las fibras de su ser están sacudidas por lo que ha visto en los dÃas culminantes de la pasión. Cómo impedirle a MarÃa el sufrimiento y el llanto, si habÃa pasado por una dramática experiencia llena de dignidad y de decoro, pero con el corazón quebrantado.
MarÃa -no lo olvidemos-, es madre; y en ella está presente la fuerza de la carne y de la sangre y el efecto noble y humano de una madre por su hijo. Este dolor, junto con el hecho de que MarÃa haya vivido todo lo que habÃa vivido en la pasión de su hijo, muestra su compromiso de participación total en el sacrificio redentor de Cristo. MarÃa ha querido participar hasta el final en los sufrimientos de Jesús; no rechazó la espada que habÃa anunciado Simeón, y aceptó con Cristo el designio misterioso de su Padre. Ella es la primera partÃcipe de todo sacrificio. MarÃa queda como modelo perfecto de todos aquellos que aceptaron asociarse sin reserva a la oblación redentora.
¿Qué pasarÃa por la mente de nuestra Señora este sábado en la noche y domingo en la madrugada? Todos los recuerdos se agolpan en la mente de MarÃa: Nazaret, Belén, Egipto, Nazaret de nuevo, Canaán, Jerusalén. Quizá en su corazón revive la muerte de José y la soledad del Hijo con la madre después de la muerte de su esposo...; el dÃa en que Cristo se marchó a la vida pública..., la soledad durante los tres últimos años. Una soledad que, ahora, Sábado Santo, se hace más negra y pesada. Son todas las cosas que Ella ha conservado en su corazón. Y si conservaba en el corazón a su Hijo en el templo diciéndole: "¿Acaso no debo estar en las cosas de mi Padre?". ¡Qué habrÃa en su corazón al contemplar a su Hijo diciendo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espÃritu, todo está consumado!"
¿Cómo estarÃa el corazón de MarÃa cuando ve que los pocos discÃpulos que quedan lo bajan de la cruz, lo envuelven en lienzos aromáticos, lo dejan en el sepulcro? Un corazón que se ve bañado e iluminado en estos momentos por la única luz que hay, que es la del Viernes Santo. Un corazón en el que el dolor y la fe se funden. Veamos todo este dolor del alma, todo este mar de fondo que tenÃa que haber necesariamente en Ella. Apenas hacÃa veinticuatro horas que habÃa muerto su hijo. ¡Qué no sentirÃa la SantÃsima Virgen!
Tratemos de imitar a MarÃa en su fe, en su esperanza y en su amor. Fe, esperanza y amor que la sostienen en medio de la prueba; fe, esperanza y amor que la hicieron llenarse de Dios. La SantÃsima Virgen MarÃa debe ser para el cristiano el modelo más acabado de la nueva criatura surgida del poder redentor de Cristo.
Tratemos de vivir en nuestra vida la verdadera devoción hacia la SantÃsima Virgen, Madre amantÃsima de la Iglesia, que consiste especialmente en la imitación de sus virtudes, sobre todo de su fe, esperanza y caridad, de su obediencia, de su humildad y de su colaboración en el plan de Cristo.
Sábado Santo MarÃa sostiene la esperanza
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