15 de Agosto La Asunción de María

14 Ago, 2017 | Fiestas y Solemnidades

Un Magnificat para cantar hoy
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TE SUBEN, MARIA

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¡TE SUBEN, MADRE!
Porque, entre otras cosas, supiste andar sin nunca apartarte
de las sendas de Dios en la tierra.
Porque, de entre todo, tu corazón lo ofreciste como regalo mejor
a Aquel que, en una mañana de Nazaret, te lo pidió.
¡TE SUBEN, MADRE!
De este lugar, donde a Jesús nos diste,
para que Tú ahora lo abraces, lo contemples y por nosotros reces.
De este lugar, donde tu silencio fue palabra,
tu sencillez la mejor lección
tu pobreza, tu mejor riqueza
tu beldad, la vida interna y externa sin tacha
¡TE SUBEN, MADRE!
Porque, flor como Tú, no puede marchitarse debajo de la tierra
porque, Dios, te arranca para que sigas floreciendo en el cielo
porque, Cristo, te espera con los brazos abiertos,
tan apartados como los que Tú le ofreciste en la noche de Belén.
¡TE SUBEN, MADRE!
Para darte gloria y honor, y los ángeles felicitarte
Para ensalzar y cantar tus proezas
Para que, tu cuerpo y tu alma, estén junto al Creador
¡TE SUBEN, MADRE!
Por las veces en que Tú bajaste al valle de nuestras lágrimas
Por los momentos que compartiste de nuestra cruz
Por los instantes en los que dijiste “sí”
Por los momentos de prueba e incertidumbre
Por todo eso, Madre, y por tu fe
¡TE SUBEN, AL CIELO!
No dejes, desde la otra orilla, de acompañar a tu pueblo
De enviarnos destellos de tu Nueva Morada
De iluminar nuestra fe por tu intercesión ante Dios
De hacer más grande nuestra vida con tu presencia alentadora
Haz, oh Madre, desde esa nueva realidad que Tú vives
que también nosotros un día podamos contemplar y vivir
cerca de Aquel que hoy te asciende, te abraza y se goza contigo: DIOS

Javier Leoz

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre». María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

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