Cuánta soledad
59 personas han muerto de Coronavirus sin que nadie se haya interesado después por ellas, y eso tan solo en Madrid. Desde el 21 de abril ninguna llamada, ninguna añoranza, ningún duelo, ninguna intención de buscarlos, despedirlos, enterrarlos. Ninguna pregunta, ninguna esquela o mención en redes y medios. Ningún pariente al otro lado del teléfono interesándose por ellos.
No son 59 cadáveres. Son 59 historias. Y, desgraciadamente, intuimos en esas historias, al menos en su tramo final, mucha soledad. Y algunas preguntas. ¿A quién amaron? ¿A quién tuvieron? ¿Qué caminos habrán recorrido? ¿Tenían gente que hubiera debido estar cerca, pero no lo estaba? ¿Fue la suya una soledad elegida -casi nunca parece serlo- o impuesta? ¿Habían perdido a las personas a quienes amaban? ¿Se sintieron abandonados? ¿Esperaron en vida una llamada que no llegó ni siquiera en el último tramo? ¿Temían la muerte, la esperaban o quizás la deseaban para ir a reunirse, al otro lado, con aquellos que sí les amaron hasta el final? ¿Tal vez, sembraron en vida, y los frutos los recogen otros que ni siquiera saben agradecer? ¿Se aislaron a posta? ¿Se equivocaron e hicieron que otros se alejasen?
¿Cómo era su vida antes del CoVid? ¿También estarían abandonados entonces? ¿También pasarían largas jornadas de silencio, invisibles a todos? ¿Cuántas lágrimas se ahogaron sin eco? ¿Cuántos suspiros no encontraron caricia? ¿Tenían hijos? ¿Nietos? ¿Amigos? ¿Los tuvieron alguna vez? ¿Qué pasó?
Se amontonan las preguntas -quizás sin respuesta- ¿qué laberinto de soledades no esconderán sus tumbas tan anónimas?.
Y se despierta otra pregunta, lacerante, aguda, inquietante y urgente. ¿Cuántos más? ¿Cuántos, aún vivos, en la misma situación? ¿Cuántos gritos sepultados por el ruido, las redes, las urgencias, la propaganda, la demagogia, los fracasos o el descompromiso? ¿Cuánto amor pendiente?
José María Rodríguez Olaizola, sj