Cuaresma – Semana Santa 2014

16 Abr, 2014 | Cuaresma

AMANDO HASTA EL EXTREMO

SEMANA SANTA RECURSOS VARIOS

EL LAVATORIO DE LOS PIES

“Se levanta de la mesa, se quita el manto, y tomando una toalla, se la ciñe. Después echa agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida” (Jn 13,4-5)

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Cuando el Evangelio de San Juan relata que Jesús decide lavarle los pies a sus discípulos, nos ofrece un testimonio de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos nosotros los fieles.

Entre los detalles que hacen diferente a la Misa de la Celebración de la Cena del Señor a otras misas durante el año es que en esta se incluye una parte donde se lavan los pies a los apóstoles representado por doce niños o ancianos de la comunidad.

En esta parte de la misa resalta la importancia tan grande que tiene el servicio al prójimo.

Pero antes de comenzar la Cena Cristo «… sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y , tomando una toalla , se la ciñó. Luego echó agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.» (Jn 13 3-5)

Al igual que los apóstoles, en especial San Pedro, nos quedamos asombrados, como Cristo que tiene todo el poder y que es Dios se pone al servicio del hombre. Un Dios que lava los pies a su criatura. La realidad es que Dios mismo quiere recordarnos que la grandeza de todo cuanto existe no reside en el poder y en el sojuzgar a otro, sino en la capacidad de servir y al darse dicho servicio se da gloria a Dios. Cristo mismo ya se lo había dicho a los discípulos: «… el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido si no a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mc 10, 43-45).

Con esto queda muy clara la misión de la Iglesia en el mundo: servir. «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» (Jn 13, 15) La Iglesia siguiendo el ejemplo de Cristo está al servicio de la humanidad. Por tanto todos aquellos que formamos la Iglesia estamos llamados a servir a los que nos rodean.

El amor que Dios nos manifiesta debe convertirse en servicio que dé testimonio de su presencia entre nosotros. El cristiano siguiendo él «amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15 12) debe ser como esa levadura que transforma al mundo para que este se renueve y se transforme.

El egoísmo del hombre se vence con la entrega generosa a los demás. En el servicio resida la verdadera realización personal y la felicidad. Solo el que se dio triunfó.

Si vivimos con profundidad la ceremonia nos daremos cuenta de que Cristo se pone al servicio del Padre para salvar al hombre ofreciendo su propia vida como rescate, bien podríamos decir que esta es su misión. Con el «también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» Cristo confiere en especial a ese grupo de discípulos conocidos como apóstoles su propia misión, especialmente el consagrar el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre para la remisión de los pecados al decir «haced esto en memoria mía». Es en este momento en el que Cristo designa a este grupo como sacerdotes, es decir instituye el sacerdocio. Cada uno de estos hombres a partir de este momento es copartícipe de la misión de Cristo: salvar al hombre por medio de la entrega total al servicio de Dios.

Este es otro de los grandes dones que en el primer Jueves Santo Dios hace a la humanidad. Cristo desde entonces ha escogido y preparado a una serie de hombres para que siguiendo el ejemplo de Cristo se pongan al servicio de Dios para salvar a la humanidad, impartiendo los sacramentos por Dios instituidos (especialmente la Eucaristía) y guíen con la vivencia de su sacerdocio al pueblo de Dios por el camino de la salvación.

El mundo, especialmente en los albores de un nuevo milenio vive sumido en las tinieblas del egoísmo de una cultura de la muerte. El Jueves Santo es un día en el que Dios nos invita por medio del servicio a ser esas lámparas que lleven la luz de Cristo al mundo. También este día debemos reconocer el amor de todos esos hombres que deciden dejarlo todo por seguir a Cristo en la entrega total al servicio de los demás: religiosas, religiosos, misioneros, hombres y mujeres consagrados a Dios. Pero especialmente celebrar y pedir a Dios por aquellos que con su vida comparten la misión de Cristo y nos administran los sacramentos: los sacerdotes. Pedir por su santidad y fidelidad al servicio de Cristo. No debemos olvidar pedir por mas vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, pedir por mas hombres y mujeres que tengan por vocación la entrega total al servicio de Jesucristo y de su Iglesia.

EL AMOR DEL HUERTO DE LOS OLIVOSOlivos_del_huerto.jpg

Soy el amo del Huerto de los Olivos. A mí me avisaron con mucha discreción, antes de que empezara la cena de la Pascua con los discípulos. Tenía siempre la delicadeza de avisar aunque sabía de sobra que el huerto estaba totalmente a su disposición. El huerto era grande, con olivos muy antiguos y una almazara excavada en la roca donde el olor a aceituna prensada era constante; era un lugar retirado donde podían estar a cubierto o en medio de los olivos. Pero sobre todo resultaba muy cómodo y muy accesible: quedaba a un tiro de piedra de la ciudad. Él lo usaba con cierta frecuencia; se ve que le resultaba bien para orar solo o con sus discípulos.

Aquella noche me picaba la curiosidad. Abundaban los comentarios alarmistas y el ambiente estaba enrarecido; se hablaba con insistencia de su detención inminente. Yo mismo había detectado movimientos extraños por los alrededores del huerto. ¿Sabían quizá que aquella noche iba a venir?. No sería de extrañar; no era ningún secreto que le gustara aquel sitio. Yo, por lo que pudiera ocurrir, me propuse seguir el desarrollo de las circunstancias de cerca, pero discretamente.

Jesús y sus discípulos llegaron a primera hora de la noche; iban silenciosos, como apesadumbrados, entorno a él. Apenas llegados, Él se retiró a un corro de olivos y se puso a orar sobre una gran piedra. También ellos parece que se disponían a orar pero al poco rato andaban todos adormilados por no decir dormidos. Sin duda pesaba la hora y la cena.

Creo, sinceramente que Él lo pasó muy mal aquella noche en el huerto. Se le veía tenso y ansioso, y de vez en cuando se pasaba la mano por la frente como limpiándose un sudor espeso. Me hubiera gustado espiar con detalle todos sus movimientos, pero al poco rato empecé a notar un trajín sospechoso por la parte opuesta a la entrada. Como si anduviera por allí gente queriendo entrar. !Ya lo creo que había gente!; cuando me quise dar cuenta se había formado cola para entrar en el huerto: un tropel de soldados y de paisanos preparados con estacas, espadas y antorchas.

Cuando reconocí a Judas al frente de aquel piquete, me temí lo peor. Y lo peor ocurrió. Vi perfectamente cómo Judas se acercaba a Él y como le besaba la mejilla. Y por cierto que yo no acertaba a interpretar desde mi escondrijo el sentido de aquel beso…

Yo a Judas le tenía calado. Iba y venía demasiado y su mirada era demasiado huidiza como para no infundir sospechas; además, pertenecía a un grupo extremista antiromano; parece ser que le había reprochado a Jesús su actitud demasiado respetuosa con la autoridad civil. Cuando le vi darle el beso creí que se había reconciliado con Él; no me cabía en la cabeza que, precisamente con un beso entregara a Jesús. Parece ser que los Sacerdotes del Templo habían conseguido engañar a Judas haciéndole creer que simplemente le iban a dar un escarmiento; luego se dio cuenta de su gran error pero… ya era demasiado tarde.

Mis buenos deseos respecto a la reconciliación entre Judas y Jesús pronto se aclararon en el peor de los sentidos; vi cómo Pedro tiraba de espada y le cortaba la oreja de un tajo a Malco, un siervo del Sumo Sacerdote. Se organizó un lío bastante considerable; Jesús reprendió a Pedro preguntándole: “¿es que no debo beber esta copa de amargura que el Padre me ha preparado?” Así que, lo último que vi, fue que se lo llevaban con las manos atadas a la espalda y dándole empujones.

GESTOS DE PASION

GESTOS DE AMOR

VIERNES SANTO ADORACION DE LA CRUZ

¿SOLO UN HOMBRE?

EL RELOJ CUARESMAL

.LA HORA DE LA CONVERSIÓN. Es una llamada a redescubrir nuestro origen. A poner en hora nuestra vida cristiana. No es tanto un esfuerzo personal cuanto, de nuevo, ir al encuentro de Aquel que nos ama.

.LA HORA DE LA VERDAD. No caminamos hacia la nada. El tiempo de cuaresma nos pone en órbita hacia la Pascua. Nuestro final definitivo no es la gran mentira en la que viven sumidos muchos hombres. Nosotros, porque Cristo nos lo aseguró con su propia existencia, sabemos que hay una gran Verdad: la vida de Jesús y sus promesas.

.LA HORA DE LA CARIDAD. Sin obras, nuestra fe, queda coja. Pero, nuestras obras sin referencia a Dios, pronto se agotan. Pueden derivar incluso en el puro humanismo. La hora de la caridad cuaresmal nos centra en Aquel donde nace el paradigma del amor: Cristo.

.LA HORA DEL SILENCIO. El silencio es un bien escaso. No se encuentra en cualquier lugar ni se compra en cualquier establecimiento. Una campana, una iglesia abierta….pueden ser una llamada a poner en orden lo que tal vez llevamos atrasado: la visita con el Señor. La oración.

.LA HORA DE LA PALABRA. ¿Cómo podemos encontrar el camino si no dejamos que el Señor nos lo indique? El reloj cuaresmal nos hace llegar con prontitud a la escucha de la Palabra. Es un tiempo de audición de lo santo, de captar aquello que es esencial para nuestra fe.

.LA HORA DEL AYUNO. Acostumbrados a mirar al reloj para la hora de la comida, la cuaresma, lo paraliza. Nos hace comprender que, la ansiedad, no es buena consejera para tener hambre de Cristo. Es un buen momento para ayunar de excesos, malos modos, blasfemias, odios, ingratitud, preocupaciones, críticas…..

.LA HORA DE LA PENITENCIA. Nos gusta el llano y antes que una simple carretera preferimos la autopista. La cuaresma nos recuerda que el sacrificio nos mantiene vigorosos, lo mismo que el entrenamiento hace grande y fuerte a un futbolista. Rectificar es de sabios y moderar ciertos comportamientos nuestros nos pueden encaminar a identificarnos más con Cristo.

.LA HORA DE LA CONFESIÓN. Hasta la mejor prenda necesita, de vez en cuando, ser llevada a una buena lavandería. Nuestras almas, en las que se encuentra impreso el sello de Hijos de Dios, tienen derecho a ser puestas a punto. La hora de la confesión nos facilita un nuevo rostro: la alegría de sentirnos reconciliados con Dios y con nosotros mismos.

.LA HORA DEL HERMANO. El encuentro con Jesús empuja al abrazo con el hermano. No podemos observar el reloj cristiano y, a continuación, olvidarnos de las horas amargas en las que viven los que nos rodean. Poner a punto nuestra vida cristiana nos exige ayudar a aquellas personas que quedaron rezagadas en la felicidad, en el bienestar o en el amor.

.LA HORA DEL CORAZÓN. Las prisas y los agobios, el estrés o el ritmo de vida que llevamos…presionan en exceso la serenidad de nuestro corazón. El reloj cuaresmal procura que, el corazón, vaya despacio, medite, reflexione, ame y se oxigene a la sombra del Corazón de Cristo.

.LA HORA DE LA MISA. Frecuentemente señalamos el reloj y preguntamos ¿y si tomamos un café? El reloj cuaresmal nos interpela ¿y por qué no una eucaristía diaria? Nunca, en tan poco tiempo, se nos ofrece tanto: acogida, perdón, calor, palabra, fuerza, silencio, amor, paz interior y poder saborear lo que sólo Jesús nos puede dar: su Cuerpo y su Sangre.

Escrito por Javier Leoz – Delegación de Piedad Popular (Pamplona)

ACOMPASANDO….

EN ESTA CUARESMA… ALGUIEN SE HA FIJADO EN TI

Canto para adoración de la Cruz: Tu, Jesús has dado la vida por mi

CANTOS SEMANA SANTA

BLOG TU CAMINO HACIA LA PASCUA

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VIAJE HACIA LA PASCUA

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Somos comunidad. Juntos caminamos en este tiempo de Cuaresma hacia Jesús. Juntos nos cuidaremos en esta ruta, porque el amor es nuestra seña. Juntos nos ayudaremos con el ayuno que Dios quiere (la misericordia), la limosna (el compartir) y la oración (la unión de corazones con el Señor). Juntos y con la proximidad del Espíritu, tan discreto y tan buen acompañante.cuaresma-2011.jpg

¡Qué tiempo tan espléndido para hacerlo realmente en comunión! Preocupados unos por otros, sin individualismos, teniendo una mirada más amplia que la propia.

La Cruz será nuestra señal y nos guiará. Acoger la cruz, cargar con ella, asumirla, llevarla con garbo y alegría. Ser pequeños Cirineos con los que no puedan con ese peso. Cuaresma, tiempo de solidaridad.

Si las fuerzas decaen, ya vemos dónde anda la gasolinera: ayuno, limosna y oración. Tan sencillo y, a veces, cómo nos aturrullamos en el camino.

Nos encontraremos con baches y con dificultades. Tropezaremos en la piedra (¿cuántas veces?). No importa. El perdón de Dios es más grande que nuestras caídas y torpezas.

Y, al final, Cristo Resucitado, que vence al pecado y a la muerte. Hacia Él caminamos. ¡Buena ruta, hermanos!

reciclemos los errores

MP3 PARA CUARESMA

Materiales Cuaresma 2014 Jóvenes Dehonianos

Pastoral sj especial cuaresma 2014

Especial Cuaresma Catholic. net

PARABOLAS DE CONVERSION Y PERDON

UNA FRASE DE CUARESMA PARA CADA DIA

COLECCION DE VIACRUCIS

RECURSOS PUBLICADOS ANTERIORMENTE

MENU DE CUARESMA

1. TENER A MANO:
Abrelatas, para abrir corazón endurecido.
Cuchillo, para cortar vicios.
Destapador, para destapar lo atorado en las relaciones familiares.
Colador, para pasar por alto las ofensas y purificar intenciones.
Mandil, para el servicio.

2. ABSTENERSE:
Abstenerse de comer prójimo (chismes, murmuraciones y calumnias).
Quitarle al condimento los desquites.
Evitar consumir altas grasas de egoísmo.
No tomar vinagre, que pone de mal humor.
Lavar bien el corazón para que no se infecte de la cólera.
Evitar el consumo excesivo de picantes, para no «picarse» y decir maldiciones.
Evitar el camarón, porque adormece la conciencia, y «camarón que se duerme, se lo lleva la corriente».
No tomar postres helados que congelen el afecto.
Evitar comer pan de muertos -de envidia.

3. MENÚ RECOMENDADO:
Como plato fuerte: exquisita caridad para con el prójimo.
Caldo de atención a los desamparados y enfermos.
Ensalada de detalles de afecto para los suyos.
Pan abundante para compartir con el hambriento.
Vino de alegría para convidar a los tristes y desanimados.
Sopa de letras para escribir más seguido a familiares y amigos.
Sopa de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.
Pan bendito para los afligidos, ya que «las penas con pan son menos».

DE POSTRE, SE RECOMIENDA:
Perita en dulce, para ser buena persona.
Yogurt de guayaba… para repetir gestos de perdón.
Naranja dulce y limón partido «dame un abrazo que yo te pido»(abrazar a los seres queridos, y darles muestras de aprecio verdadero, no de chocolate).
Y no olvides:
«DONDE COME UNO, COMEN DOS» Y «ÉCHALE SIEMPRE MÁS AGUA A LA SOPITA».
Comparte tu vida con OTRAS PERSONAS. Finalmente, el Chef celestial recomienda sobre todo el alimento espiritual:
«EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE, TIENE VIDA ETERNA»

http://webcatolicodejavier.org

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EL PUENTE

MATERIAL REFLEJOS DE LUZ

MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA DE 2014: UNA INVITACIÓN A LA POBREZA EVANGÉLICA EN NUESTRA EPOCA

Ciudad del Vaticano, 4 febrero 2014 (VIS).-

”Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” es el título del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de 2014. El título es una cita de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios en la que el apóstol los alienta a mostrar su generosidad ayudando a los hermanos de Jerusalén que están atravesando dificultades. En el documento, fechado el 26 de diciembre, festividad de San Esteban Protomártir, el Papa se interroga sobre el significado de la invitación a la pobreza evangélica de San Pablo en nuestros días. Ofrecemos a continuación el texto completo del Mensaje

“Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo:»Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» . El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza:»Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros ). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto,»trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado»

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo—»…para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la»riqueza insondable de Cristo»,»heredero de todo» .

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito.

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos ; podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual»[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde”.

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