El me escogió para ser
«Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía.» (Jer 1, 5)
Nuestras mentes no pueden comprender cuán especial es cada alma para Dios. No entendemos la dignidad de ser elegidos por su Bondad para vivir, pensar, conocer, ver y amar.
No somos por casualidad — hemos sido elegidos por Dios para existir. Antes de que el tiempo comenzara, Dios nos escogió a cada uno y esta elección fue deliberada. Dios vio a todos los posibles seres humanos que podría crear a lo largo de la historia del mundo. Sobre los posibles billones de seres humanos que pudieran existir en la mente de Dios — su Ojo se fijó en cada uno de nosotros y entonces se detuvo y dijo,» Tú serás.» Vio a todos los que podrían haber sido y decidió que no serían. Su providencia nos puso en un tiempo y estado de vida que pudiera extraer nuestro mayor potencial.
Nos dio a cada uno talentos especiales, dones y virtudes naturales, destinados todos ellos hacia un conocimiento más profundo de Él mismo. Incluso aquéllos cuyas circunstancias les impiden conocerlo directamente, poseen una convicción profunda de Su existencia y providencia.
Nos colocó a cada uno un sistema de radar interno que nos advierte del peligro y nos garantiza intuitivamente Su cuidado, para que nunca estemos alejados de Él y no nos privemos del conocimiento de Su existencia.
La Mano que nos formó a cada uno dejó Su impronta en nuestras mentes y almas, porque Él nos hizo a Su propia imagen. El alma que Él insufló sobre esta obra de Sus Manos —nuestro cuerpo— fue grabado con algo de Su amor — Su poder creativo — Su fuerza.
Nosotros reflejamos Su eternidad, una vez que Su voluntad nos llamó de la nada, nos convertimos en inmortales — nuestra alma nunca morirá.