¿DÓNDE ENCONTRAR AL SEÑOR?
El Señor, cuando le damos un poco de nuestro tiempo, no se deja ganar en generosidad. Habla al corazón y pone un camino para recorrer.
«Misericordia significa que Dios ha puesto su corazón en nuestra miseria».
Tantas veces al día nos encontramos huyendo de nuestra pequeñez, de nuestras pobrezas, de aquello que menos nos gusta de nosotros mismos… Incluso lo intentamos ocultar, hasta que un tropezón deja patente que realmente somos pobres, igual que los demás. Y, sin embargo, eso que tanto nos cuesta mirar de nosotros mismos, es donde el Señor ha ido a posar su Amor.
¿Quieres experimentar cómo te ama el Señor? Experiméntalo en tu pobreza, en tu pequeñez. Ésta es la experiencia que nos hace cristianos: sentirnos plenamente amados por el Señor tal y como somos. Y sólo desde esa vivencia brota un amor auténtico hacia todos los que nos rodean, pero no un amor por esfuerzo, sino un amor por desbordamiento.
Así es Dios, Misericordioso, ha puesto su corazón en nuestra miseria, ¿quieres encontrarlo? Él ya te ha encontrado a ti, habita en esa parte de ti pobre, donde dejas que Dios sea Dios.
Hoy el reto del Amor es mirar las caídas de los demás poniéndote en su lugar. Hoy pídele al Señor sentir como una madre que siente con el hijo cuando le ve pasar un mal trago. O pídele recordar que esa misma caída la tuviste tú… y actúa con esa persona tal y como has experimentado que Cristo actuó contigo.
VIVE DE CRISTO
Lectura sobre el Espíritu Santo
«Ven Espíritu Santo, porque todavía llevo algunos sueños dentro de mí, algunos proyectos escondidos, algunos deseos interiores. Son esas inquietudes que me mantienen vivo y despierto. Ven Señor, para que no se apaguen esos sueños, y para que nazcan otros proyectos nuevos, más bellos todavía.
Porque dentro de mí está siempre clamando ese llamado a crecer que tú has colocado en mi corazón. Y yo sé que si no crezco me debilito, que el agua estancada se echa a perder.
Por eso, ven Espíritu Santo, no permitas que me detenga, que me encierre, que me limite. Estoy llamado a más, y quiero ir por más.
Inúndame con ese empuje divino de tu gracia, para que avance decidido hacia nuevos horizontes. Con serenidad, con mucha paz, sin obsesiones, pero también con un incontenible entusiasmo.
Ven Señor de la vida, ven.
Amén.»
Tomado de los cinco minutos del Espíritu Santo por Víctor Manuel Fernández