Hijo de David ten compasión de mí

20 Nov, 2023 | Oración y reflexión

-¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
-¿Qué quieres que haga por ti?
El dijo:
-Señor, que vea otra vez.
Jesús le contestó:
-Recobra la vista, tu fe te ha curado.
Enseguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.
Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
( Lc 18)

Los discípulos y seguidores se irritan. Aquellos gritos interrumpen su marcha tranquila hacia Jerusalén. No pueden escuchar con paz las palabras de Jesús. Aquel pobre molesta. Hay que acallar sus gritos: Por eso «muchos le regañaban para que se callara».

La reacción de Jesús es muy diferente. No puede seguir su camino ignorando el sufrimiento de aquel hombre. «Se detiene», hace que todo el grupo se pare y les pide que llamen al ciego. Sus seguidores no pueden caminar tras él sin escuchar las llamadas de los que sufren.

La razón es sencilla. Lo dice Jesús de mil maneras, en parábolas, exhortaciones y dichos sueltos: el centro de la mirada y del corazón de Dios son los que sufren. Por eso él los acoge y se vuelca en ellos de manera preferente. Su vida es, antes que nada, para los maltratados por la vida o por las injusticias: los condenados a vivir sin esperanza.

Nos molestan los gritos de los que viven mal. Nos puede irritar encontrarlos continuamente en las páginas del evangelio. Pero no nos está permitido «mutilar» su mensaje. No hay Iglesia de Jesús sin escuchar a los que sufren.

Están en nuestro camino. Los podemos encontrar en cualquier momento. Muy cerca de nosotros o más lejos. Piden ayuda y compasión. La única postura cristiana es la de Jesús ante el ciego: «¿Qué quieres que haga por ti?». Esta debería ser la actitud de la Iglesia ante el mundo de los que sufren: ¿qué quieres que haga por ti?
(J.A. Pagola)

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