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LA CRISIS ACTUAL VISTA POR EL CARDENAL SARAH
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Mientras el mundo entero está siendo contagiado por el coronavirus, el cardenal Robert Sarah, confinado en el Vaticano, analiza las causas de esta crisis absolutamente inédita.
“En pocas semanas, la gran quimera de un mundo materialista que se creía todopoderoso parece haberse hundido. He aquí que un virus microscópico, ha puesto de rodillas a este mundo que se contemplaba a sí mismo ebrio de autosatisfacción porque se creía invulnerable. la economía se ha hundido y las bolsas caen en picado. Hay fracasos por doquier. Henos aquí, enloquecidos, confinados por un virus del que nos sabemos casi nada. El término epidemia había sido superado, era un término medieval. De repente, se ha convertido en nuestra cotidianidad”.
“El hombre autodenominado todopoderoso aparece en su cruda realidad. Aquí está, desnudo. Su debilidad y su vulnerabilidad son patentes. El hecho de estar confinados en casa nos permitirá, espero, volver de nuevo a lo esencial, redescubrir la importancia de nuestra relación con Dios y, por ende, de la centralidad de la oración en la existencia humana. Y, con la conciencia de nuestra fragilidad, en confiar en Dios y su misericordia paterna”.
“La experiencia del confinamiento ha permitido que muchos redescubran que dependemos real y concretamente los unos de los otros. Cuando todo se desmorona, solo quedan los vínculos del matrimonio, la familia y la amistad. Hemos descubierto de nuevo que somos miembros de una nación y, como tales, estamos unidos por lazos invisibles pero reales. Y, sobre todo, hemos redescubierto que dependemos de Dios”.
“Nos hemos dado cuenta de que la muerte no era algo lejano. Hemos abierto los ojos. Lo que nos preocupaba: economía, vacaciones, polémicas mediáticas, ha pasado a un inútil segundo plano. Es imposible no plantearse la cuestión de la vida eterna cuando cada día nos informan del número de contagiados y fallecidos. Hay quien entra en pánico, lleno de temor. Otros rechazan las evidencias y se dicen: es un mal momento que hay que pasar, todo volverá a ser como antes”.
“¿Y si, de manera sencilla, en este silencio, en esta soledad, este confinamiento, osáramos rezar? ¿Si osáramos transformar nuestra familia y nuestro hogar en iglesia doméstica? ….orientando todas las cosas y todas las decisiones hacia la gloria de Dios. ¿Y si, simplemente, osáramos aceptar nuestra finitud, nuestros límites, nuestra debilidad de criaturas? Me atrevo a invitar a todos a dirigirse a Dios, hacia el Creador, el Salvador. Dado que la muerte está presente de manera tan masiva, invito a todos a plantearse la pregunta: ¿la muerte es realmente el final de todo? ¿O es un pasaje, ciertamente doloroso, pero que desemboca en la vida? Por esto, Cristo resucitado es nuestra gran esperanza. Dirijamos nuestra mirada hacia Él. Acerquémonos a Él, que es la Resurrección y la Vida. Nos queda la adoración, la confianza y la contemplación del misterio”.
“Pero lo único que podemos hacer es rezar, animarnos mútuamente, apoyarnos los unos a los otros. Ha llegado el momento de redescubrir la oración personal . Ha llegado el momento de redescubrir la oración en familia, de que los padres aprendan a bendecir a sus hijos. Los cristianos, privados de la eucaristía, se dan cuenta de la gracia que era la comunión para ellos. Los animo a poner en práctica la adoración en sus casas, porque no hay vida cristiana sin vida sacramental”.
“Algunos dicen que nada volverá a ser como antes. Lo espero. Sin embargo, temo que, si el hombre no vuelve con todo su corazón a Dios, todo volverá a ser como antes y el camino del hombre hacia el abismo será ineludible”.
“Defender la fe es defender a los más débiles, los más humildes, permitiendo que amen a Dios de verdad. Está en juego la salvación de las almas, de las nuestras y de las de nuestros hermanos. El día en que ya no ardamos de amor por nuestra fe, el mundo morirá de frío puesto que estará privado de su bien más precioso”.
“No podemos llamarnos creyentes y vivir, en práctica, como ateos!”