La Danza de la Resurrección

8 Abr, 2012 | Pascua

LA DANZA DE LA PERMANENCIA
EN EL RESUCITADO

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1 El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro, y vio quitada la piedra del sepulcro. 2 Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel a quien amaba Jesús, y les dijo:

— Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
3 Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Y, asomándose, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. 6 Luego llegó Simón Pedro tras él, entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí, 7 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó, 9 pues aún no habían entendido la Escritura: que era necesario que él resucitara de los muertos. 10 Y volvieron los discípulos a los suyos.

11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. 13 Y le dijeron:

— Mujer, ¿por qué lloras?
Les dijo:

— Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
14 Dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo:

— Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el jardinero, le dijo:

— Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo:

— ¡María!
Volviéndose ella, le dijo:

— ¡Raboni! –que significa: «Maestro»–.
17 Jesús le dijo:

— ¡Suéltame!, porque aún no he subido a mi Padre;
pero ve a mis hermanos y diles: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”.
18 Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos la noticia de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.

El Resucitado se presenta como presencia que da vida: se deja ver, sale al encuentro, habla, interpela, corrige, anima, comunica paz, seguridad, alegría. Sus encuentros son fugaces. Solo busca tocar el corazón, darles un soplo que les permita reaccionar, sacudirse la tristeza y devolvernos a la vida.
En los encuentros con el Resucitado se dan una serie de claves comunes.
➢ Una situación humana de tristeza, de miedo, de incredulidad. Magdalena llora.
➢ Jesús aparece, pero no es reconocido. Interpela a las personas que no le reconocen mediante preguntas: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?
➢ Jesús revela su identidad con algún signo: Magdalena lo reconoce cuando la llama: ¡María!
➢ Jesús encarga una misión: A María le dice: “Ve a mis hermanos y diles”.

En la mañana de Pascua hay una mujer que nos sorprende; el dolor por el que ama la mueve. No se resigna a la ausencia ni a la idea de la muerte.
Mª Magdalena es buena compañera cuando atravesamos circunstancias de vida sepultadas, cuando no sabemos qué hacer ante el dolor de los otros, cuando estamos cerca de gente que vive realidades de desesperanza, de no ver salida, de piedras que se van echando encima y dejan la vida paralizada: cuando ya estamos tentados de decir: “No hay nada que hacer, las cosas no van a cambiar”.

La piedra ha sido movida, ella mira dentro de la tumba…y Jesús no está allí. Se vuelve corriendo a la ciudad para contarlo a otros. Es la primera carrera de María: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Los dos hombres, Pedro Juan, después de verlo, se van y dejan allí a María llorando, de pie junto al sepulcro. El verbo griego que aparece es “histemi”, que significa también resistir, permanecer, quedar firme.

En el proceso de aprendizaje de la vida que nos va discurriendo, vamos danzando con “notas” distintas. En esta partitura musical abundan los “silencios” y los “sostenidos” que nos invitan a PERMANECER en el Centro.

Un permanecer, que no es sinónimo de pasividad y quietud, sino invitación a DESPERTAR: “No está muerto… está dormido”

María vuelve a mirar una vez más dentro de la tumba y ve a dos ángeles, pero sus ojos están retenidos por el dolor y la tristeza.
Y ahí Jesús le dice:

— Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el jardinero, le dijo:

— Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré.
Jesús le dijo:

— ¡María! Jesús Resucitado y María Magdalena

Jesús se acercó a María Magdalena y se puso en contacto con sus afectos, que habían sido radicalmente vulnerados por la pérdida.
Solo cuando ella escucha su propio nombre en boca de Jesús- María- entra dentro de sí misma y puede reconocerse y reconocerle. Al llamarla por su nombre, Jesús le señala el camino hacia sí misma y la saca de su tristeza. Reconoce a Jesús vivo, experimenta la alegría de saber que él, la ama de manera irrepetible y que nadie podrá ocupar su lugar en el corazón.
Cuando descubrimos nuestra propia verdad, cuando nos sentimos llamadas por nuestro nombre, cuando nos sentimos aceptadas en la mujer que somos cada una, entonces se produce el reconocimiento de quienes somos, y de quien es él para nosotras.
Es significativa la transformación de la mirada de María Magdalena la tarde del sábado y la mañana de la resurrección. Ella pasa de la opacidad a la transparencia. Porque sostuvo su mirada ante el crucificado, puede ahora recibir del resucitado una luz nueva.
El encuentro con Jesús devuelve a María a la comunidad no solo como hija muy amada, sino como hermana de todos.
Canto: Ain Karen

María, resiste, permanece, queda firme.
Esta es la “permanencia” a la que nos invita la Danza de la resurrección: a permanecer para estar seguras que no estaremos dormidas para percibir la LUZ de la Presencia que nos HABITA permanentemente.

PERMANECER:
• Ante lo que aparentemente es “muerte” y oscuridad:

“Permanecer en mí y yo en vosotros… Quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto” (Jn 15,4-5)

• Permaneced desde la “nota” que nos habla de silencio y silencio sostenido por Aquel que es: La Palabra de la Vida. Jesús Resucitado.

• Permanecer para poder “ajustar” nuestros tiempos a los suyos y, acoger la sorpresa de su Presencia que acompasa nuestro tiempo al suyo a través de nuestro “DESPERTAR personal hacia la Unidad con el Origen”.
La danza de la PERMANENCIA EN LA RESURRECCION nos va conduciendo gratuitamente al “movimiento” de quitar la losa que nos hace vivir como muertas encerradas en sus tumbas.

Desde la Danza, acogemos en nuestra Identidad más profunda las palabras de Jesús: “Ven fuera… sal a la vida conmigo”, porque yo, tu Dios, “danzo para ti en día de mi Resurrección en la fiesta de la esperanza eterna”.
“Si haces caso a mi danza, ve a ti misma en mí”

Una Danza que nos habla de Vida, de quitar losas de muerte y salir fuera, donde la VIDA, en sus múltiples formas, nos ofrece la Presencia sin forma de Dios, como sinfonía que resuena AQUÍ Y AHORA.

PERMANECER EN LA DANZA DE LA RESURRECCIÓN Aunque en nuestro corazón broten a veces otras “voces” o “vocecillas” que suenen a: “si tu te lo has llevado dime dónde lo has puesto…”

Hoy somos singularmente invitadas a acoger la PRESENCIA/AUSENCIA de Quien sostiene nuestra vida y nos abre a la CONFIANZA PLENA de Aquel que es la Resurrección y la Vida. Sólo desde Él, podemos vivirnos como mujeres RESUCITADAS.

En esta Pascua recién estrenada, somos invitadas a DANZAR desde la experiencia profunda de saber permanecer en Él…

Desde Él, entramos en la vida de Dios y nos dejamos llenar por la sensación de VIDA que Él nos regala… Y DESCANSAMOS confiadamente en el AMOR que se hace DANZA DE RESURRECCION por cada una de nosotras.

A lo largo de nuestra vida ya hemos aprendido algunos pasos para danzar en lo cotidiano y convertir nuestra vida en Danza compartida: Bien “agarraditas” al Bailarín, seguro que nos vivimos como:

PASO DE LA DANZA DE DIOS…
CONDUCIDAS POR EL BAILARÍN…
HASTA LLEGAR A SER:
MÚSICA, DANZA Y BAILARÍN.

LA RESURRECCIÓN

¡Qué gran alegría que Tú nos has dado,
Señor de todo el universo!
¡Qué gran alegría que Tú nos has dado
vestido de gloria infinita!.
Mirarte, Señor, ya resucitado
mi alma salta de alegría.
Tú has regresado, estás con nosotros
y ya te tendremos por siempre.

¿Qué buscáis mujeres aquí?
El que había muerto no está.
La resurrección como había dicho se cumplió.
Anunciad a todos que Él resucitó.

Has vencido al mundo Jesús
liberemos la felicidad.
Y la muerte no, no existe ya, venciste Tú.
Has salvado
a todos, hombres como Tú.

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