https://www.alianzajm.org/Mensaje-de-Benedicto-XVI-para-la,662.htmlCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
“Hay que mirar de nuevo el modelo original y adecuarlo todo conforme a esa figura, a esa imagen viva que es Jesucristo, el hijo de Dios…”.
Las hay de todo tipo y condición que ustedes deseen: económicas, financieras, laborales, educativas, sociales… Hay que arreglar las cosas que se han deteriorado y poner manos a la obra, proponiendo aquellas líneas de acción que son imprescindibles para superar las dificultades y volver al añorado Estado de bienestar.
Como estamos al borde de la Cuaresma, no está del todo desencaminado que revisemos vida y conducta, y que se apliquen las medidas necesarias para restaurar esa imagen del hombre hecha a imagen del Creador.
Esa tremenda crisis de orientación y fidelidad que es el pecado ha desfigurado lo que Dios había hecho. Hay que mirar de nuevo el modelo original y adecuarlo todo conforme a esa figura, a esa imagen viva que es Jesucristo, el hijo de Dios.
No se pretende tanto el cambiar discursos, arreglar papeles, poner en orden las normas éticas de conducta, sino abrazarse y adherirse, sin cansarse nunca de mirar a Cristo, como diría el Maestro Ávila. Que el hombre, el de hoy y el de todos los tiempos, lo que necesita no son voces que clamen por arreglar la vida de esta manera o de la otra, sino el tener a Jesucristo muy cerca y saber que solamente con él y en él, se recorre el camino con la seguridad de estar en lo cierto.
Habrá que defenderse de ese enemigo presuntuoso que es el voluntarismo. Creyendo que todo se arregla echándole codos al asunto y empeño en enderezar lo torcido en un plis-plas. La conversión llega siempre por el camino de la reconciliación, que es algo así como aceptar la mano tendida de Dios al hombre pecador. San Pablo dice que hay que dejarse reconciliar por Dios, hacer las paces con Dios.
Medidas para esta reconciliación son la humildad y el acatamiento de la sabiduría que Dios nos ha dado en su palabra. Después, conformar la vida con aquello que se ha recibido en la palabra viva que es Jesucristo. Hará falta la oración para no desfallecer y los sacramentos, que son alimento imprescindible para tener auténtica vitalidad cristiana.
La vida del cristiano es algo así como un estado de conversión permanente. Es decir, siempre mirando a Jesucristo para aprender a modelar la propia vida conforme al ejemplo que él mismo ofrece. La Cuaresma es recordatorio y tiempo propicio para medidas de revisión y ajuste espiritual.
Decía Benedicto XVI: “La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual” (Mensaje para la Cuaresma 2012).
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