Mira si mi camino se desvía
Guíame por el camino eterno.
(Sal 138)
Eres el Dios del camino,
y nosotros caminantes,
siempre de un lado para otro.
Tú sales a nuestro encuentro
donde menos te imaginamos:
en el cansancio compartido,
en los momentos de fiesta,
en las horas de calma
y en las de tormenta.
Eres el Dios del camino,
y nosotros peregrinos
buscando en nuestras vidas
tu presencia que nos llena
de paz, de sosiego,
de alegría.
Eres el Dios del camino,
y nosotros testigos
llamados a anunciar tu nombre,
a afirmarlo con nuestras vidas,
con la forma en la que amamos,
en la que perdonamos, y
en que cuidamos unos de otros.
Eres el Dios del camino,
y nosotros vivimos en marcha,
tratando de descubrirte,
porque estás entre nosotros.
José María R. Olaizola sj