Adviento 2012 Materiales para ayudar a vivirlo

27 Nov, 2012 | Adviento - Navidad

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2º Domingo PREPARAD EL CAMINO…

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El Evangelio, nos presenta a uno de los personajes importantes del Adviento. Juan el Bautista. Desde el desierto fue recorriendo la comarca del río Jordán. No iba de paseo. Iba predicando “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”. Más tarde, en el mismo río Jordán, se pondría a bautizar, y acudirían las gentes, movidas por su invitación, a reconciliarse con Dios por medio de ese bautismo de conversión.

Ya el profeta Isaías había anunciado proféticamente estos acontecimientos, con estas palabras:”Una voz grita en el desierto: Preparad el camino al Señor; allanad sus senderos; elévense los valles; desciendan los montes y colinas; que lo torcido de enderece y lo escabroso se iguale. Así verán todos la salvación de Dios”.

1º DOMINGO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.»

REFLEXION DE JOSE RAMÓN FLECHA

Además, en nuestro tiempo, se suele calificar como astros y estrellas a quienes sobresalen en el mundo del espectáculo. Son personas que atraen las miradas de los demás. Se crean perfumes que llevan su nombre. Las gentes tratan de imitarlas en la forma de vestir. Y hasta en las opciones religiosas que las caracterizan.

SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN
El evangelio que hoy se proclama (Lc 21, 25-28.34-36) anuncia que un día los astros temblarán. Con ellos se insinúa que es inútil depositar la confianza en lo que parece más estable en todo el universo. El verdadero creyente no puede atribuir a las cosas creadas un valor absoluto y definitivo.
Es muy interesante la observación de los sentimientos humanos que el texto revela. Ante el temblor de los astros, es decir, de lo que se considera más firme, la reacción espontánea es el temor: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán”.
Ante ese sentimiento, el evangelio contrapone una actitud de confianza: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Es verdad que la confianza requiere vigilancia y ascetismo. No dejarse embotar por el vicio, mantenerse despiertos y pedir la fuerza necesaria.
Pero nadie se esfuerza por nada y para nada. El evangelio concluye dirigiendo la mirada hacia la venida del Hijo del Hombre. La manifestación del Señor de la historia nos libera del temor, orienta nuestra esperanza y nos proporciona una razón más que suficiente para la rectitud moral, para la vigilancia y la oración.

EL HIJO DEL HOMBRE
“Suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”. Esas palabras de Jeremías (33, 14-16) son la promesa clave de este primer domingo del Adviento. Este tiempo litúrgico nos recuerda que nuestra vida esta marcada por el signo de la esperanza.
• “Suscitaré a David un vástago legítimo”. El profeta Natán había prometido al rey David que Dios le dará una casa y una descendencia real. La tradición cristiana ha visto en Jesús la realización de aquella promesa. Jesús es el descendiente de David que los siglos esperaron. Y cuya venida anunciamos y preparamos cada día.
• “Hará justicia y derecho en la tierra”. La experiencia nos dice que en nuestro mundo parecen triunfar la impostura y la corrupción, la maldad y la mentira. Pero nuestros corazones no se dejan seducir. Anhelamos un futuro de libertad y derecho, de justicia y de paz. Pero ese amanecer ha de ser don de Dios y fruto de nuestra responsabilidad.

 Señor Jesús, te esperamos como el Hijo del Hombre prometido. Aguardamos tu manifestación final como Señor de la historia y como príncipe de la paz. Que la celebración de tu nacimiento nos lleve a acoger tu mensaje y a colaborar con nuestras obras a su realización. Amén.

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