San Francisco y la crisis económica

24 Sep, 2012 | Experiencia y testimonio

Cuando me he puesto a escribir, en el contexto de la celebración del día de S. Francisco, no he podido evitar que a este artículo le asalte un nombre: San Francisco y la Crisis económica.

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Francisco nace en Asis en el año 1182. Su padre era comerciante. Algunos autores apuntan a afirmar que pertenecía a una familia noble de la Provenza. Tanto su padre, como su madre provenían de familias acomodadas. En su juventud disponía de dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente.

El Señor se encontró con él, en el pobre, en el leproso, en el mendigo; y Francisco descubrió un Tesoro que cambió por todas su fortuna. Rechazó el valor del dinero, y su riqueza fue trabajar por los pobres.
El Espíritu de Francisco sigue vivo casi mil años después y proyecta luz en estos momentos de oscuridad. La humildad, el servicio, el desprendimiento, el abandono en la Providencia y la confianza en Dios; son los faros que iluminan, desde la corriente franciscana, este momento de crisis.
Una palabra de origen griego, que se define como un cambio brusco o una modificación importante en el desarrollo de algún suceso. Si esto lo aplicamos a la situación actual de crisis económica, la figura de San Francisco cobra relieve. Este tipo de cambio, afecta de manera negativa a la riqueza, porque la actividad se contrae, aumentan los niveles de desempleo y crece la pobreza.

¿Cómo vivir la pobreza en momentos de crisis? Pues se me ocurre que al estilo de Francisco: compartiendo, solidarizándonos, confiando, apostando por dar de nosotros lo que no es nuestro.
La crisis económica tiene ingredientes de pobreza, pero en mayor cantidad de injusticia. La pobreza no es miseria. Es dar lo que no me hace falta para vivir, para hacer vivir al que pasa falta. Nuestra tendencia instintiva es más a conservar lo que tengo que a compartir con el que tiene menos que yo. Si no doy lo que no necesito, empobrezco al que tiene menos que yo. Es una cuestión de justicia. Entender, que lo que tengo lo he recibido, para que todos podamos tener lo que necesitamos. No somos dueños de los bienes materiales, sino administradores. Este punto es fundamental. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido? Todo es don, que busca darse.

El dinero ciega el don de Dios. El Señor da lo que necesitamos, y nosotros lo administramos. La crisis económica surge por un principio de avaricia. Tengo, pero ansío tener más. Mi opulencia es responsable de la carencia de quien menos tiene.

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En el mundo un tercio de los seres humanos, acaparan tres cuartas partes de la riqueza del planeta. Esto no es más que un injusto egoísmo que siembra el hambre y los conflictos. La ambición, el poder, el prestigio, es la raíz de la destrucción de la Humanidad. El mensaje evangélico donde Francisco se fundamenta es dar. Darse hasta dar la vida, como Jesucristo. Decía San Ireneo que la gloria de Dios consiste en que el hombre viva. Y nosotros matamos al ser humano acaparando lo que no nos pertenece.
Los últimos diez años, hemos empezado a sentir y a experimentar los efectos de un mal reparto de las riquezas. Esta es nuestra crisis económica, pero ¿nos hemos enterado de la crisis alimenticia que vienen sufriendo dos tercios de la Humanidad desde hace décadas? ¿Sabemos cuántos conflictos armado estamos manteniendo con nuestra ignorancia? ¿A cuánta explotación infantil contribuimos con nuestro modelo de consumo?

Nada de esto nos ha afectado, ni nos termina de afectar, porque mientras yo tenga dinero para la hipoteca, pueda pagar mis recibos, mis hijos tengan todos sus caprichos, ¿qué me importa a mí lo que les pase a personas que están a cientos de kilómetros y no conozco? Y esta es la raíz de toda nuestra crisis, que por otra parte, creo que ha llegado muy tarde. Llevamos, demasiado tiempo, muy ocupados en nuestras finanzas, mientras medio mundo se muere de hambre. El dolor lejano, es nuestra indiferencia. Y ahora que nos ha tocado cerca, pensamos en nuestros derechos, que son los mismos de los que hemos privado a tantos seres humanos, mientras mi cuenta corriente estaba saneada. Según parece, las necesidades básicas son distintas dependiendo del lugar del mundo, porque lo hemos dicho nosotros, que somos los dueños (que no administradores) del planeta.
San Francisco ilumina nuestro sentido de pobreza y de justicia en estos momentos de crisis, no tanto económica, como humana. Cuando la persona vende su gratuidad, compra el egoísmo. Pongamos nuestro corazón en Dios, que es el único Tesoro, para que podamos vivir, al estilo de Francisco el don de la pobreza.

Hoy nos dice, como a aquellos primero franciscanos que querían buscar a Dios por otros caminos:
«Hermanos míos, el Señor me llamó por el camino de la sencillez y la humildad y por ese camino persiste en conducirme, no sólo a mí sino a todos los que estén dispuestos a seguirme… El Señor me dijo que deberíamos ser pobres y locos en este mundo y que ése y no otro sería el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios confundir vuestra sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra primitiva vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis tan defectuosa».

Mª Victoria Romero Hidalgo

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