Semana de oración por la unidad de los cristianos 2011

30 Dic, 2010 | Recursos litúrgicos

INTRODUCCIÓN

Una Comisión mixta, nombrada por Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de todos los cristianos, ha preparado los materiales de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de 2011, en base a una propuesta de un grupo ecuménico de Jerusalén. La Buena Nueva de Jesús comienza en Galilea y la Iglesia nace en Jerusalén del costado de Cristo inmolado en la cruz y de su Espíritu comunicado en Pentecostés; brota y se presenta como Esposa única, indivisa, de Cristo Jesús.

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La llamada a la unidad llega, pues, este año desde Jerusalén, la Iglesia madre, a las Iglesias del mundo entero. Es un ir a las raíces. Conscientes de sus propias divisiones y de la necesidad de hacer ellas mismas mucho más por la unidad del Cuerpo de Cristo, las Iglesias de Jerusalén piden a todos los cristianos redescubrir los valores que constituyen la unidad de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, cuando era asidua a la enseñanza de los Apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones. He aquí el desafío que tenemos. Los cristianos de Jerusalén piden a sus hermanos y hermanas hacer de esta Semana de Oración la ocasión de renovar su compromiso para trabajar por un verdadero ecumenismo, arraigado en la experiencia de la Iglesia primitiva.

El tema elegido nos recuerda los orígenes de la primera Iglesia de Jerusalén; invita a la reflexión y a la renovación, a una vuelta a los fundamentos de la fe; invita a recordar el tiempo en que la Iglesia era aún indivisa. Cuatro elementos se presentan para meditar este tema; fueron características destacadas de la comunidad cristiana primitiva y son esenciales para la vida de toda comunidad cristiana. En primer lugar, los Apóstoles transmitieron la Palabra. En segundo lugar, una de las características destacadas de la primera comunidad que creía cuando se reunía, era la comunión fraterna (koinonia). Una tercera característica de la Iglesia primitiva consistía en celebrar la Eucaristía (la “fracción del pan”), en memoria de la Nueva Alianza que Jesús realizó a través sus sufrimientos, su muerte y su resurrección. El cuarto aspecto era la ofrenda de una oración continua. Estos cuatro elementos son los pilares de la vida de la Iglesia y de su unidad.

La comunidad cristiana de Tierra Santa pone de relieve estos elementos fundamentales y ruega a Dios por la unidad y la vitalidad de la Iglesia extendida por el mundo. Los cristianos de Jerusalén invitan a sus hermanas y hermanos en todo el mundo a unirse a su oración en su lucha por la justicia, la paz y la prosperidad de todos los pueblos de esta tierra.

Y nosotros asumimos esta llamada a la oración por la unidad de todos los cristianos, que haremos con más intensidad los días 18 al 25 de enero, como imperativo de los discípulos del Señor Jesús y en cumplimiento de su voluntad: “Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, […]. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado” (Jn 17, 21).

El TEXTO BÍBLICO (Hch 2, 42-47):
“Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de celebrar la cena del Señor y de participar en la oración. Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles. En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían.
Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual. A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, celebraban en familia la cena del Señor y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación”.
(Biblia traducción interconfesional, Madrid 2008)

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