Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
Esta oración es la oración común de todos aquellos y aquellas que se consideran de Carlos de Foucauld, a través del mundo; por eso fue traducida en muchos idiomas.
Carlos no la escribió tal cual: fue sacada de una meditación más amplia, escrita en 1896, en la cual intentaba unirse a la oración de Jesús en la cruz.