Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
(Sal 33)
En mi miedo, tu seguridad.
En mi duda, tu aliento.
En mi egoísmo, tu amor.
En mi rencor, tu misericordia.
En mi ‘yo’, tu ‘nosotros’.
En mi rendición, tu perseverancia.
En mi silencio, tu voz.
En mi ansiedad, tu pobreza.
En mi tempestad, tu calma.
En mi abandono, tu insistencia.
En mi dolor, tu alivio.
En mi debilidad, tu fuerza.
J.Mª Rguez Olaizola, sj