Yo te bendigo
por los consejos que me das;
tus enseñanzas me guían
en las noches más oscuras.
Yo siempre te tengo presente;
si tú estás a mi lado,
nada me hará caer.
Por eso estoy muy contento,
por eso me siento feliz,
por eso vivo confiado.
(Sal 16)
Quiero que mi despertar cada mañana sea un canto de alabanza a Dios por el nuevo día.
Quiero que el consumir mis alimentos sea un canto de agradecimiento a Dios por el don de la vida.
Quiero que cada paso que dé sea un canto de petición por todos aquellos que sufren. Quiero que el esfuerzo de mi trabajo sea un canto de unidad y de paz en este mundo fracturado.
Quiero que mi cansancio sea un canto de bendición para aquel o aquella que está cerca de mí y me necesita.
Quiero que mis abrazos, mis miradas, mis palabras, mis lecturas sean un canto a Dios y a mis hermanos y hermanas.
(Juan Pablo Gil, sj)