También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»
(Jn 16)
Es una guerra que dura una vida la que enfrenta, en mí, dos mundos.
Entre el algo y el todo, entre el “por ahora”, y el “para siempre”, entre “yo” y “Tú”…
La seguridad se enfrenta al riesgo, las garantías a la confianza, el ruido a un silencio no siempre poblado, las pequeñas miserias se oponen al Amor y el orgullo quiere pisar a la verdad.
Dame, Señor, capacidad para luchar.
Toca pelear cada día, hasta esa jornada última en que Tú vencerás por los dos.
Dame fe para no rendir el evangelio, la bondad, el sacrificio o la cruz.
Dame alegría para sobrellevar cada revés, cada caída, cada tormenta.
Yo, por mi parte, aquí estoy, dispuesto a seguir remando con mis pocas fuerzas, con mis pobres brazos.
No sé si basta, pero hay que intentarlo
(José María R. Olaizola)
Que María sea la causa de nuestra alegría.
Que cada uno de nosotros, seamos Jesús para ella.
Nadie aprendió la humildad tan bien como María.
Ella fue la esclava.
Ser esclavos significa ser utilizados por todos, con alegría…
La alegría era la fuerza de la Virgen.
Sólo la alegría pudo darle fuerza para caminar sin cansarse
hasta las colinas de Judea para realizar el trabajo de sierva.
También nosotros tenemos que marchar sin detenernos
más allá de las colinas de las dificultades.
(Madre Teresa de Calcuta)