En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
-Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos».
Todos los días enseñaba en el templo.
(Lc 19)
En el s. IV los papas Silvestre y Siricio dedicaron las imponentes basílicas de san Pedro y san Pablo a dos imponentes santos.
Cada uno con un estilo propio de santidad y con vocaciones diferentes, pero los dos fueron capaces de corresponder sin desánimo a la gracia recibida.
Hoy los veneramos como dos grandes apóstoles y pilares de la fe de la Iglesia.
Así hemos de ver también a nuestro Pastor, al Papa, que no sólo es pilar sino cabeza de este cuerpo que es la Iglesia.
Te pedimos Señor por él, también por nuestros Obispos y por nuestros pastores más cercanos: los que nos guían, que nos sirven dándonos a Dios en los sacramentos, que se nos acercan a través de la amistad, necesitados quizá de un poco de descanso; Los que en alguna ocasión se han podido confundir o desanimar.
Todos son, a la vez, un poco de Pedro y un poco de Pablo; a su manera, con sus dificultades, con sus aciertos y sus errores, pero siempre con la gracia y la luz del Espíritu Santo que habla y actúa a través de su ministerio.