En ocasiones nos pasa, queremos que se pare el tiempo, queremos alargar la experiencia de una oración, de una celebración… estamos con Jesús y estamos bien. Nos sale del alma lo mismo que a los discípulos en el Tabor: “Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí!” Pero no puede ser, debemos bajar, pisar la tierra, comprometernos, transformar el mundo, proponer Evangelio, mirar a los hombres y mujeres de este mundo, escuchar el grito de los que sufren…
No hay momentos de encuentro y momentos en los que no lo hay, el seguimiento de Jesús es todo, es de la vida, es de proyecto, es de raíz… y la raíz debe ‘tocar tierra’ y afianzarse en ella. Bajemos de los montes para abrazar al hermano.