PLÁTICA
NAVIDAD (Madrid 1946)
Recordemos las palabras que se citan en el Evangelio de la 1ª y 2ª Misa de esta Noche. “Nos ha nacido el Salvador del mundo”.
(Haz clic en la imagen y escucha…)
Dicho esto por un hombre, nadie creería que ese Niño, es el Salvador del mundo y por eso el Cielo se abrió con estas palabras: “Os anuncio un grande gozo, una gran alegría; os ha nacido en esta noche el Salvador del mundo y esta señal os doy: Encontraréis al Niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre”.
Los pastores creyeron y dando fe a estas palabras fueron en busca del Niño y lo hallaron como el Ángel se lo había anunciado; y reconociendo en ese Niño a su Salvador, le adoraron.
El pueblo judío hacía siglos que esperaba al Salvador; el pueblo de Israel no estaba contento y siente el ansia de que las nubes lluevan al Justo, y sin embargo no creen. Los pastores creen y adoran.
Este es el pensamiento que debemos tener en estos momentos. El mundo de hoy, como el de ayer necesita un Salvador. No concretemos demasiado este pensamiento pues Cristo, no sólo ha venido para salvar a las almas del infierno. Es Salvador en todos los órdenes y, no sólo salva las almas del pecado sino de las consecuencias del pecado.
Si hoy buscamos justicia, paz, bien universal no olvidemos que eso sólo está en el Salvador del mundo. Hoy más que nunca en Él está la salvación; hoy como ayer, no está nuestra salvación en estadistas, sabios, etc., eso es una ficción, sólo Él ha venido al mundo como verdadero Salvador.
“Os anuncio una gran alegría”… Esta alegría es de hoy, de ayer y de siempre. Siempre el mundo estará necesitado de un Salvador y por eso el Santo Padre, animándonos a avivar nuestra fe nos dice, con las palabras del Apóstol: “No hay otro nombre, bajo el cual el hombre pueda ser salvo que en el nombre de Jesús; sólo ese Niño es nuestro Salvador”.
El mundo languidecía en la fe, y era necesario que el ángel anunciara a los pastores al Salvador del mundo y por si era poco, apareció un ejército de ángeles cantando sobre la manada de ovejas, el canto al Salvador: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”.
Consecuencia que se palpa: Es necesario anunciar al mundo el mensaje del Papa: “Ha nacido un Salvador”. Pero este Salvador no es un hombre grande sino un pobrecito nacido en un portal.
No es la grandeza humana, sino Dios que se ha hecho pequeñito, pobrecito para salvar al pueblo. Es el pequeño David que vence a Goliat, no con la espada, sino con una piedra. No está la salvación del mundo en el poder humano sino en el que viene de Dios.
Este pensamiento hemos de grabarlo bien dentro de nosotros: Tenemos un Salvador, y como la salvación del mundo no se ha acabado, por eso se ha quedado en el Sagrario.
Y de ahí que el Santo Padre diga entre otras cosas en su Mensaje: “La Iglesia no teme las tempestades anticlericales que puedan levantarse, porque tiene con ella al Salvador”.
Nosotros especialmente, pensemos: No me perderé, ni como persona ni como cristiano dentro de mi Santa Madre la Iglesia, mientras conmigo esté mi Salvador.
Antonio Amundarain
Madrid. Navidad 1946