DOS DE FEBRERO. “DOS LUSTROS DE EXISTENCIA.”(EVOCACIÓN)
Desde el día dos de febrero, de 1925, en que se fundó la Alianza, todos los años, el Fundador tenía un recuerdo especial para la Alianza en esa fecha.
En el año 1935 escribe en la revista “Lilium Inter Spinas”, el artículo con el título
arriba citado del que voy a transcribir, casi en su totalidad, por considerar interesante recordar sus palabras en la fecha de ese aniversario a ochenta y cinco años de distancia.
El puñadito de almas, que Jesús llevó un día dos de febrero al Camarín de su Madre-aquel devoto camarín de la Virgen del Coro en la frívola ciudad costeña-vibró de emoción, cuando vio desplegar ante sus ojos el triple santo lema desconocido, pero siempre amado.
Ser de Jesús y de María, esposas castísimas de El, hijas predilectas de ella… ¿Cabía algo más amable en el mundo?
Perfumar esa unión con aromas de nívea pureza, estrecharla con fuertes cadenas de amor, cercarla con espinas punzantes de sacrificio ¿Podía aspirarse a algo más divino?
Lema santo, bello programa, dulce realidad de una vida enteramente consagrada a Dios…¿podían quedar ocultas en las tinieblas silenciosas de un devoto camarín?.
Debo aclarar que el Lema al que el Fundador se refiere se concreta en estas frases. “Virgen en la pureza, mártir en el sacrificio y serafín en el amor”. Este es el lema de la Alianza, que debían vivir todas las Aliadas.
Fue sorprendente despertar de un sueño que ni el mismo enviado de Jesús se atrevió a soñar. Los vallecitos vascos se cubrieron de azucenas, cuajó trigo de oro en las llanuras castellanas, esencias celestiales embalsamaron la campiña andaluza. El Espíritu cargó sus alas con semilla de Alianza, atravesó los mares y la dejó caer en lejanas islas.
Aquí se refiere a la extensión de la Alianza que por esa fecha ya había aliadas en casi todas las provincias españolas y llegado hasta las islas del Caribe en Cuba.
Sintió ella (la Alianza )cabe si los pasos quedos de una virgencita y los siguió sin vacilar y no paró hasta el mismo pie del trono del Pontífice. De un pontífice augusto, (La Alianza había peregrinado a Roma en septiembre de 1934), representante de aquel Jesús cuya (de la cual) era toda, que la envolvía en las apacibles miradas de sus ojos, en los embriagadores consuelos de sus palabras, en las paternales bendiciones de sus manos.
Desde aquel día feliz, inolvidable, quedó plantada en el seno de la Iglesia, junto a la misma puerta del sagrario, muy cerquita de la Virgen Madre, La Alianza, ofreciendo el suave olor de su pureza, la incruenta sangre de su sacrificio y el incendio perenne de su amor.
Hasta aquí la evocación que el Fundador escribiera a los diez años de la fundación de la Alianza expresando poéticamente algo de la vida de la institución por el fundada, su extensión, su presencia ante la Iglesia de Roma, su deseo de que se viviera con toda fidelidad la espiritualidad y el carisma que él había recibido.
Que este dos de febrero al releer estas palabras suyas escritas con tanto entusiasmo y cariño nos sirvan para responder con toda fidelidad y agradecimiento al carisma y vocación que también nosotras hemos recibido.
Andrea Marcos (AJM)