CADA DÍA SU AFÁN
Diario de León, 1.2.2014
CONSAGRADOS AL EVANGELIO
El día 2 de febrero celebramos la fiesta de Presentación de Jesús en el Templo y la Purificacion de María. José y María se acercan al Templo y, de acuerdo con la Ley de Moisés, ofrecen el Niño a Dios, “rescatándolo” inmediatamente por medio de una ofrenda ritual. Estos misterios de nuestra fe han dado motivo más que suficiente para dedicar este día a la vida consagrada. Pero muchos se preguntan qué quiere significar ese título.
Es cierto que todos los bautizados hemos recibido una cierta consagración a la Trinidad Santa de Dios. Hemos sido consagrados como miembros del Cuerpo de Cristo, sacerdote, profeta y rey. Esa consagración nos otorga el don de la fe y nos confía la tarea de anunciarla con amor y alegría, con esperanza y con humilde osadía.
Además, existe en la Iglesia un ámplio número de hombres y mujeres que han sido llamados a vivir la consagración bautismal de un modo más radical, en una vida especialmente consagrada al Señor y al servicio del Evangelio.
El Código de Derecho Canónico reúne una serie de notas que caracterizan la vida consagrada. Por tratar de resumirlas, se podría decir que se trata de una vocación, nacida del Espíritu Santo, para consagrarse totalmente a Dios, para seguir a Jesucristo en la Iglesia, adoptando libremente y radicalmente los valores evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, para vivir en la caridad el servicio al Reino de Dios y para anunciar con la propia vida la esperanza de la vida eterna.
Todos los cristianos conocen a personas consagradas en las diversas formas que reconoce la Iglesia y que menciona el Concilio Vaticano II. Si los cristianos no conocen estos modos de vida, habrá que hacer lo posible para que se produzca este encuentro y ese conocimiento.
La separación y la ignoracia mutua no beneficia a la Iglesia ni a la mision evangelizadora que le ha sido confiada. Todos los bautizados pueden ver enriquecida su vida de fe, esperanza y caridad por medio del conocimiento de la vida consagrada y por la participación en su misión de oración y de servicio.
Y todas las personas que, de un modo u otro, llevan una vida de especial consagración a Dios, en el seno de la Iglesia, han de acercarse al Pueblo de Dios. Han de ser conscientes de los dones y carismas que el Espíritu de Dios derrama sobre los bautizados que viven en medio del mundo y dan testimonio de la novedad de vida que el bautismo comporta.
La Jornada dedicada a la vida consagrada puede ayudar a las personas consagradas a dar gracias a Dios por su vocación y examinar hasta qué punto viven la “alegría del Evangelio”, a la que se refiere el Papa Francisco en su reciente exhortación apostólica.
Pero esta Jornada puede ayudar a todos los cristianos a unir su oración a los consagrados y a las consagradas. Pedimos que la luz de la fe alumbre a todos los que miran a la Iglesia y a sus hijos, esperando de ellos un signo de esperanza y el compromiso del amor.
José-Román Flecha Andrés
PRESENTADO EN EL TEMPLO
Presentación del Señor en el Templo. A
2 de febrero de 2014
“De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis: Miradlo entrar, dice el Señor”. Son hermosas estas palabras del profeta Malaquías que se proclaman en la liturgia de hoy (Mal, 3,1-4). Responden sin duda a las esperanzas de los judíos de su tiempo.
Pero responden también a los deseos de los creyentes de hoy. Con frecuencia nos sentimos perdidos y huérfanos. Necesitamos contar con la presencia del Señor. Casi todos creemos bastarnos a nosotros mismos. Pero nuestra confianza es frágil y nuestras fuerzas son débiles. Necesitamos contar con la fuerza de Dios.
Claro que la presencia de Dios no es un calmante barato. El profeta lo anuncia como un fuego de fundidor y como la lejía de un lavandero. Hay mucho que purificar y lavar en nuestra sociedad y en nosotros mismos. Necesitamos esa profunda limpieza que sólo Dios puede aportar a nuestra vida.
SIMEÓN Y ANA
Según el evangelio de Lucas que hoy se proclama, Jesús es presentado en el Templo, según lo prescrito por la Ley de Moisés (Ex 13, 2.11). Todo es “evangelio”. Jesús es consagrado a Dios desde su nacimiento. Su presentación en el Templo es ya la revelación y el anticipo de su consagración a Dios (Lc 2, 22-40).
Pero su presencia no pasó inadvertida. A su llegada al Templo, el nuevo y definitivo profeta de la Nueva Alianza es reconocido por dos ancianos profetas, que representan la primera alianza de Dios con su pueblo. El texto repite hasta tres veces que en ese momento se culmina el tiempo de la Ley y llega el tiempo del Espíritu.
Simeón tiene la suerte de acoger a un Dios cercano. Y descubre la luz del día definitivo. Es capaz de leer la salvación en sus signos más pequeños. Ana se ha preparado a este momento con ayunos y oraciones. Ahora alaba a Dios y habla a todos de este Niño que llega. Escucha a Dios y reconoce a su Enviado.
ACEPTACIÓN O RECHAZO
Las palabras que Simeón dirige a María ilustran el misterio que se desarrolla en la historia de la humanidad. Son la profecía sobre la identidad y la misión del Mesías.
• “Éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten”. Aceptar o rechazar a Jesús como Salvador es lo que determina la suerte de Israel y la nuestra.
• “Será como una bandera discutida”. Jesús será siempre una bandera, sobre todo cuando sea levantado en la cruz. Ante él se divide la humanidad.
• “Así quedará clara la actitud de muchos corazones”. En nuestra aceptación o rechazo a Jesucristo se revelan nuestras opciones más íntimas.
• “Y a ti una espada te traspasará el alma”. La que le dio a luz en Belén, lo verá entregar su vida en el Calvario por los mismos que lo condenan.
Señor Jesús, que el Espíritu que guiaba a Simeón nos ayude a descubrir hoy entre nosotros tu luz y tu verdad y nos impulse a anunciar, como Ana, la buena noticia de tu presencia en el mundo Amén.
José-Román Flecha Andrés