Poder decir “Si” a Dios es un don. Como nos dice San Pablo nadie puede decir Jesus es el Señor si no es por el Espíritu Santo.
Si somos creyentes es por la gracia de Dios: la fe es un don por el cual debemos estar siempre agradecidos pero al mismo tiempo es una tarea que tenemos que asumir. O sea, decir a Dios “Si” nos compromete a un proyecto de vida que es caminar con Jesús como su amigo y no sólo con Jesús sino también con esa comunidad de sus otros amigos en la cual hemos sido incorporados por el bautismo.
Una vez bautizados ya no somos enemigos de Dios sino sus amigos. Y un don de amistad implica un «sí» al amigo e implica un «no» a lo que no es compatible con esta amistad, a lo que es incompatible con la vida de la familia de Dios, con la vida verdadera en Cristo. Por lo tanto, nuestro “Si” tiene un contenido que, como nos dice el Papa Benedicto XVI “se expresa en los diez Mandamientos, que no son un paquete de prohibiciones, de «no», sino que presentan en realidad una gran visión de vida. Son un «sí» a un Dios que da sentido al vivir (los tres primeros mandamientos); un «sí» a la familia (cuarto mandamiento); un «sí» a la vida (quinto mandamiento); un «sí» al amor responsable (sexto mandamiento); un «sí» a la solidaridad, a la responsabilidad social, a la justicia (séptimo mandamiento); un «sí» a la verdad (octavo mandamiento); un «sí» al respeto del otro y de lo que le pertenece (noveno y décimo mandamientos)”.