Plática primer domingo de Adviento.
… Estamos en el principio de Adviento, la liturgia de la Iglesia, nuestra Santa Madre, nos presenta la manera de disponer nuestros corazones para recibir al Señor.
…, debéis reparar en esto, pues la Iglesia, insiste en que todas las almas, y aún las mejor dispuestas, deben esforzarse en preparar todavía mejor para recibir al Señor.
“El reino de Dios está cerca” se aproxima el reino de Dios; ese reino que todos buscamos, el reino de Cristo, el reino del Corazón divino, el reino del amor, el reino de la pureza; ese reino que es de Dios porque no sólo se trata del reino de Dios en nuestra propia persona, sino el reino de todo aquello que acompaña, debe estar unido a Dios; el reino de la virtud.
Por eso, cuando dice la Sagrada Escritura que reinará el Señor y debe reinar en nuestras almas, nosotros lo primero que debemos procurar es que reine en nosotros todo aquello que sea necesario para que Él después establezca dentro de todo eso su reino.
Es preciso, por tanto… , entrar dentro de nosotros mismos, estudiar todo nuestro ser, nuestros movimientos, nuestras actividades, nuestro espíritu, nuestra vida, nuestra vida espiritual sobre todo; hacer como un cotejo, estudiar, pensar, reflexionar debidamente y ver si, efectivamente, reina en (nosotros) todo aquello que es necesariamente para que el Señor establezca el dulce reino de su amor.
La Iglesia en el primer domingo de Adviento recuerda la justicia de Dios, el juicio final, y todo esto convida al hombre al recogimiento y en este recogimiento a estudiar, examinar profundamente cómo está el espíritu, cuáles son las disposiciones y el estado del alma. Sí, … , en estos tiempos en que el hombre vive sólo de lo material, vosotros profundizad más, entrad en el santuario de vuestro interior, para ver cuál es el estado de vuestro corazón y sus inclinaciones.
Ahí tenéis a María en Nazaret.
Sabía que se esperaba al Salvador pero no sospechaba que fuese ella en quien había de verificarse el misterio de la Encarnación, quien debía ser la que daría al mundo su Salvador. Y no obstante se preparaba a recibirle y se preparaba mediante el recogimiento, oración, conducta honesta y purísima. Vosotros,… desde hoy debéis esforzaros aún más para adquirir esta vida de recogimiento e intimidad con Dios para poder merecer del Señor el poder dar también al mundo al Salvador. Ya sabéis que esta es vuestra misión no lo olvidéis.
María ha dado al Salvador al mundo; (vosotros también) tenéis que darle en distinta forma, claro está, pero debe darse. Esa es vuestra vocación; en el mundo (vosotros) desempeñáis el mismo papel que desempeñaba María y por eso vuestra misión es dar al mundo al Salvador.
Allí donde … viváis: en vuestra casa, en vuestro taller, oficina, escuela, en cualquier sitio por donde vayáis, tenéis que llevar este gran misterio del secreto de Dios. Tal vez muchas personas no se darán cuenta de la esencia del Salvador.
Treinta años vivió María con Jesús y Nazaret no se dio cuenta de que dentro de su recinto moraba su Salvador. Lo mismo pasará ahora; (vosotros) pasaréis desapercibidos y Aquel que vive en vosotros es posible que no sea conocido por muchos; tanto que con San Juan Evangelista podáis decir: “Vino a los suyos y no le conocieron, no le vieron”. Pero, sin embargo, vosotros procurad cumplir vuestra misión: dar.
Cuántas veces extraña la influencia de Dios sobre determinadas almas: luces, gracias. Se ignora cómo habrán podido verificarse ciertas transformaciones, y sin embargo, no vienen de muy lejos, vienen de muy cerca, vienen de un alma que lleva a Dios, proceden de un corazón consagrado, que tiene la misión de dar al Amor.
Sí … , trabajad por llenaros de Dios y para darle a los demás. Cooperad con la acción del Espíritu Santo en vuestras almas. Toda la obra maravillosa que se ha verificado en María es del Espíritu Santo. Él es Huésped de los corazones, pero de los vírgenes. María se prepara al recibimiento de Dios, se abandona después a la acción del Espíritu Santo y éste con María harán la gran obra de dar al Salvador al mundo. Pues igual, exactamente igual, vosotros sois templos del Espíritu Santo, moradas del Espíritu Santo, santificados por el Espíritu Santo, fieles al Espíritu Santo, como la Virgen podréis cumplir esa gran misión de dar al Salvador del mundo.
Trabajad en ese recogimiento, vivid en vuestro Nazaret, en vuestras ocupaciones, pero vivid entretenidos en el cultivo de esas virtudes la honestidad de vuestra vida, oración, sacrificio, intimidad con el Espíritu Santo, para que Él derrame sobre vuestra alma sus dones, sus luces, sus gracias, y de esta manera lograréis que pueda reinar en vosotros el Salvador, vuestro Rey, y que por vosotros se de al mundo.
Existe una diferencia respecto a Jesús, entre San Juan Evangelista y la Virgen. San Juan señaló con el dedo a Jesús para enseñarle “He ahí… al Cordero de Dios”. San Juan nos lo enseñó, pero no nos lo dio. María en cambio, no vino a enseñarlo sino a darlo. Y … es mucho más dar que enseñar; por eso, entre lo uno y lo otro vosotros debéis quedaros con lo mejor. En el mundo hay almas que, por medio de su apostolado, enseñan a Jesús, pero no lo dan. El sacerdote hace las dos cosas, si es que es verdadero sacerdote. Lo enseña desde la cátedra, lo da desde el altar, esa es la misión del sacerdote, pues es doble: enseñar y dar.
La misión del hombre, del hombre seglar, del caballero cristiano, de una manera especial si es de Acción Católica, empleado en la evangelización, es de cátedra. En cambio, la mujer, lo mismo soltera que casada, no es persona de cátedra en el apostolado seglar, es más persona de altar; no en el altar de la iglesia, sino en el altar del corazón, y por eso a vosotras sobre todo, más os corresponde dar al Señor que enseñar; y esto no quiere decir dejar la obra catequística a que podáis estar dedicadas algunas, no, no es que se pretenda apartaros de la enseñanza, pero sí hay que hacer resaltar que… vuestra misión es con preferencia la de dar. Y tenéis el modelo en María: Juan lo enseña, María lo da.
El Evangelio no nos dice nada de María que se dedicase al apostolado de la palabra. Sólo se encuentra un discurso de María, sólo uno: el Magnificat. ¿Y quién tan capacitado como la Virgen?
La Virgen aun en el orden natural era perfectísima. La Virgen tenía luces que no tenemos nosotros. Después la ciencia infusa que poseía en la misma proporción en que tenía la gracia y los dones del Espíritu Santo y entre esos dones del Espíritu Santo se encuentran el de Ciencia y la Sabiduría. Tenía conocimientos infusos sobre los misterios más delicados. Añadid a esto la experiencia de haber vivido continuamente con Jesús y tener conocimiento de sus secretos.
¿Quién podría hablarnos de Jesús como Ella? Y a pesar de esto ¿por qué la Virgen no recibió la misión que recibieron los apóstoles? “Id y enseñad a todas las gentes, anunciad el Evangelio” Y no podía haber dicho también: Madre mía, sois la persona más capacitada, mejor preparada, por consiguiente, id también Vos y enseñad.
¿Por qué a la Virgen no se le ha dicho nada? ¿Por qué la Virgen ha callado?
No se lee que María hablara más de una vez, cuando entonó el Magnificat en casa de su prima, este fue su único discurso y en ello para reconocer la grandeza y misericordia del Señor. Y es porque la misión de María no era de magisterio, era de concebir y dar el Hijo de Dios. Pues bien, esta es con predilección vuestra misión. Y no caigáis en los extremos, pues nosotros seguimos, desde luego, el espíritu de la Iglesia; con predilección, pues, la misión de dar sin rehusar si es necesario, el enseñar. Tenéis a la Virgen por modelo. El dar ha de ser de ese modo tan misterioso en que nos le ha dado María. La obra de la concepción del misterio de la Encarnación del Verbo en el corazón de María es exclusivamente del Espíritu Santo.
En María no hay más que esa cooperación de su voluntad. Y en esto debéis fijaros mucho, … , en la manera de dar a Jesús. María antes de darlo al mundo le concibe y esto mediante la comunicación, la intimidad con el Espíritu Santo; y el Espíritu Santo que es infinita pureza, unida con la pureza de María, nos dan al Salvador. De aquí que … para concebir a Jesús debe procurar adquirir la pureza más perfecta y unidas con este Espíritu divino, que se complace en morar con las almas puras y en ellas fija su morada, en comunicación con Él concebirá a Cristo y podrá darle al mundo y así vuestras influencias en el mundo serán como las de María.
El mundo podrá apreciar que no camináis solos porque verá que no sois como las demás, vuestra conducta distinta a las del mundo, porque las almas que viven en comunicación con el Espíritu Santo se alejan de los placeres, de la sensualidad, de todo aquello que no es virtud, pureza, abnegación.
Los grandes misterios del Espíritu Santo sólo se verifican en las almas purísimas, no en las almas contaminadas con las imposiciones del mundo. El mundo, pues, mediante vuestra conducta podrá recibir a Cristo.
Antonio Amundarain
Madrid 1942.