Virginidad Consagrada (45)
En el arte, o ciencia de amasar pan, tan milenario, es donde se esconde el secreto que nos lleva a ver el pan horneado, listo para servir.
Cuidar los ingredientes, escogerlos, dedicarles el tiempo necesario…
Proceso similar a cualquier elección en la vida.
Si me he sentido llamad@ a la vocación en la virginidad consagrada, seguramente en ese «amasar» no ha podido faltar la oración, la Palabra, los sacramentos, el discernimiento, el acompañamiento,… y todo ello abrazado con la levadura de la Gracia de Dios, que es la que da «cuerpo» a nuestro esfuerzo.
El resultado: un buen pan; que se da y reparte en el llano de la vida, con sencillez y gratuidad.
¡Gracias por ser pan, pan virgen!
¡Seguimos amasando!