Apuntes de virginidad 1

13 Ene, 2011 | Apuntes de virginidad

LA VIRGINIDAD

Nuestra sociedad presenta interrogantes a la virginidad consagrada que nos exigen la práctica gozosa de la castidad, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana. (Const. Nº 38).
Somos conscientes de la nueva sensibilidad, propia de hombres y mujeres contemporáneos, respecto a la sexualidad en cuanto «componente fundamental de la personalidad, un modo suyo de ser, de manifestarse, de: comunicarse con los otros, de sentir, de expresar y de vivir, el amor humano»
(cf. Congregación para la educación católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano, 4).

La antropología cristiana nos presenta al ser humano imagen de Dios (Gn 1,26) que participa de su misterio. Por eso la virginidad, como otras realidades humanas, ha de ser comprendida holísticamente, en actitud abierta a todas las ciencias humanas y religiosas, es decir, interdisciplinarmente.
La virginidad es una realidad tan rica que, como la perla del evangelio (Mt 13, 44-52), o como un diamante, puede contemplarse desde múltiples perspectivas, entre otras.
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1.Biológica, corporal, anhelo de relación, eros. Antropológico-bíblica

2.Intelectual: Pensamiento, Palabra, Cultural, Liberadora

3. Afectiva: Ternura, cariño.

4.Sociocultural: Amistad, Filía Fraterna Diaconal Misionera Profética

5. Espiritual, Agapé, Mistico-religiosa

6. Sobrenatural. Don de Dios y Tarea nuestra

7. Antropológico-teológica.

8. Místico-religiosa. Carismática

9. Fraternodiaconal-misionera

10. Profético-ecológica

Cada una de estas dimensiones no son compartimentos estanco, sino que están íntimamente interrelacionadas. Cada una de ellas y todas son evolutivas

Nos iremos adentrando en ellas a lo largo de estos silbidos.

Creo que Miguel Angelo Buonarroti en la Bóveda de la Capilla Sixtina,
S.XVI captó muy bien la perspectiva antropológico-teológica cristiana:

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La virginidad consagrada es experiencia del Espíritu con su presencia creadora, vivificadora y salvadora en el mundo y en la Iglesia, que nos configura con Cristo virgen

“La vida consagrada se convierte en una de las huellas concretas que la Trinidad deja en la historia, para que los hombres puedan descubrir el atractivo y la nostalgia de la belleza divina” V. C. Nº 20

“La persona consagrada manifiesta que lo que muchos creen imposible es posible y verdaderamente liberador con la gracia del Señor Jesús. Sí, ¡en Cristo es posible amar a Dios con todo el corazón, poniéndolo por encima de cualquier otro amor, y amar así con la libertad de Dios a todas las criaturas! Este testimonio es necesario hoy más que nunca, precisamente porque es algo casi incomprensible en nuestro mundo. Es un testimonio que se ofrece a cada persona —a los jóvenes, a los novios, a los esposos y a las familias cristianas— para manifestar que la fuerza del amor de Dios puede obrar grandes cosas precisamente en las vicisitudes del amor humano, que trata de satisfacer una creciente necesidad de transparencia interior en las relaciones humanas.

Es necesario que la vida consagrada presente al mundo de hoy ejemplos de una castidad vivida por hombres y mujeres que demuestren equilibrio, dominio de sí mismos, iniciativa, madurez psicológica y afectiva. Gracias a este testimonio se ofrece al amor humano un punto de referencia seguro, que la persona consagrada encuentra en la contemplación del amor trinitario, que nos ha sido revelado en Cristo. Precisamente porque está inmersa en este misterio, la persona consagrada se siente capaz de un amor radical y universal, que le da la fuerza del autodominio y de la disciplina necesarios para no caer en la esclavitud de los sentidos y de los instintos. La castidad consagrada aparece de este modo como una experiencia de alegría y de libertad. Iluminada por la fe en el Señor resucitado y por la esperanza en los nuevos cielos y la nueva tierra (cf. Ap 21, 1), ofrece también estímulos valiosos para la educación en la castidad propia de otros estados de vida” (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Vita Consecrata 25, marzo 1996, n. 88,)

A.Torío (AJM)

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