Apuntes de virginidad 5

30 May, 2011 | Apuntes de virginidad

DIMENSIÓN SOCIAL DE LA VIRGINIDAD

dimensión social

La virginidad es relacional por naturaleza porque:

 Nace dentro de un intercambio de amor(con el Dios de los cristianos, Trinidad de amor, Dios-relación).

 Provoca la elección de poner al Otro, y después a otras muchas personas, en el centro de la vida, renunciando a una relación exclusiva con un solo tu.

 Madura en la fidelidad a esta elección de descentramiento de sí mismo, en una vida cada vez menos poseída por el yo y cada vez más poseída por el Amor que incluye a los otros, a todos los otros.

 Se vuelve enriquecida por toda relación humana.

El/la virgen son peregrinos de la relación: “animal social” como ningún otro (=abiertos a todos), pero también ”místicos de la relación” (=la vive con un estilo particular, como hombre/mujer espiritual), (Cf. CENCINI, A Virginidad y celibato hoy Sal térrea, 2006 p.195-196

La amistad originaria y adamítica resolvía el problema de que el ser humano estuviera y se sintiera solo. La soledad es cuestión de guardar el corazón para tener una relación íntima y total con Aquel que solamente puede llenar. Y sólo se llena en una relación de intimidad y gratuidad (jamás de dominio), y eso es en plenitud la relación de amistad. Sólo cuando la criatura adamítica pudo decir jubiloso !Ahora sí, esto es carne de mi carne y hueso de mis huesos! (Gn2,23), estuvo el género humano en condiciones para avanzar y hacer historia. (cf. P. Santiago Ordoñez; Presentación al libro de Bernardo Olivera, O:C:S:O Amistades transfiguradas, Amigos y Amigas por el Reino p.7. Es decir, la amistad original se dio entre un hombre y una mujer. Este es el primer ejemplo de amistad entre los seres humanos (o.c. P.21).

Claro que en el caso de la virginidad y el celibato, la castidad tendrá –a modo de melodía- la vivencia de los que se han hecho eunucos por el Reino y tendrá la armonía de una sexualidad que sabe de acordes consonantes y también de séptimas, que piden graciosa resolución. Es bueno recordar que este nivel profundo de amistad no es de experiencia multitudinaria. (o.c. p.7-8)

En el desafío de un mundo mixto, cualquier célibe tiene hoy amigos y amigas de diversa índole, creyentes y agnósticos… Pero amistad significa comunicación. Y comunicación significa expresión de uno mismo “Nos exigen naturalidad y normalidad en las relaciones hombre-mujer. Pero les sigue pareciendo algo extraño que existamos en un mundo que da culto al placer.
Nos exigen amor más que castidad. Pero les irrita que podamos prescindir de las relaciones genitales.

Nos quieren personas antes que consagradas. Pero les desazona oírnos hablar de nuestra historia de amor con Dios (cf Javier Garrido Grandeza y Miseria del celibato cristiano p.20-27) La amistad heterosexuada o intersexual es la forma más plena de amistad. En esta amistad se potencian los rasgos característicos de las personas y de la relación interpersonal en toda su realidad existencial. Siendo mayores las diferencias, debido a las distintas realidades sexuadas, habrá mayor riqueza complementaria a compartir, como así también mayor desafío para la emisividad y la receptividad. En consecuencia este tipo de amistad está cargada de encanto y es rica en plenitud y, por lo mismo, su fracaso es causa de honda decepción. Digamos, por último, que la amistad heterosexuada es una posibilidad para todo el mundo, pero no todo el mundo tiene capacidad para ella y son pocos los que la realizan.

Un primer acercamiento al misterio del amor nos permite decir que el amor es una aptitud y una opción (aspecto estable y libre) que sacándonos de los límites del propio yo (aspecto dinámico y estático), nos hace entrar en el corazón de la persona amada (aspecto altruista e íntimo) para afirmarla como digna, única e irrepetible (aspecto creativo y promocional. (Contraportada o.c.)
“Una de las mayores creaciones de nuestra época, de las más valiosas y arriesgadas, es la amistad entre hombre y mujer” (Julián Marías hablando de la Educación sentimental)

“Lo primero que hay que decir es que este tipo de amistad (heterosexual) es un don, un riesgo y una conquista. Un don, pues es algo a acoger; un riesgo, pues fácilmente se transforma en algo diferente, y una conquista, pues demanda constante ascesis. No nos maravillemos entonces de que muchos y muchas la eviten; otros y otras la desvirtúen; pocos, finalmente, la agradezcan, sufran y gocen”. (Bernardo Olivera o.c )
La decisión es esta: me apunto a estos últimos y deseo lo mismo para ti. (Santiago Ordóñez o.c.)

La amistad cristiana comienza en Cristo, se conserva en él y a él se dirige, ya que es su meta y su culminación (San Elredo de Reival Amistad Espiritual (AE I,8) nace en Él, crece en él y por él se plenifica. En la amistad se unen la honestidad y la suavidad, la verdad y la fiesta, la dulzura y la firmeza, el afecto y las obras. Todas estas virtudes nacen en Cristo, por Cristo crecen y en Cristo se perfeccionan. ¡Ved qué dulzura, qué delicia es habitar los hermanos unidos! (AE,II 26)

Ciertamente, el Espíritu del Señor es el gran protagonista de nuestra vida espiritual. El crea el «corazón nuevo», lo anima y lo guía con la «ley nueva» de la caridad, de la caridad pastoral.
Para el desarrollo de la vida espiritual, es decisiva la certeza de que, no faltará nunca la gracia del Espíritu Santo, como don totalmente gratuito y como mandato de responsabilidad a quienes han optado por reflejar el rostro virgen de Jesús.

La conciencia del don infunde y sostiene nuestra confianza indestructible en las dificultades, en las tentaciones, en las debilidades con que podemos encontrarnos en el camino espiritual.
La diaconía de la persona Virgen, de la Iglesia Virgen transcurre de su íntima unión a la misión del propio Cristo, que dijo de sí mismo: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida” (Mc 10, 45). Jesús considera su misión un servicio, la realización de la voluntad del Padre, de su designio de salvación.

Así es como se presenta, desea ser reconocido. “Estoy entre vosotros como el que sirve” (Lc 22, 27). La actitud de servicio supone obediencia. Servir es obedecer, o sea, poner su vida entera al servicio de una voluntad y de un proyecto que es del Padre que lo envió. “Es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como Él me ha ordenado” (Jn 14, 31).

Quien acepta seguir a Jesús como discípulo asume la vocación de servir. “Os he dado el ejemplo, para que hagáis lo mismo que yo he hecho con vosotros” (Jn 13, 15). La Iglesia, comunidad de los discípulos, esto es, de aquellos que han seguido al Señor y por ello prolongan su propia misión, lo único que puede hacer es servir, encontrar en su vocación de servicio el camino de su fidelidad a Cristo. María, que obedeció radicalmente a la Palabra que Dios le había dirigido, también es el modelo de Virgen y de la Iglesia obediente.
Dimensión misionera de la virginidad : Evangelización al servicio de la Palabra
La primera concretización, en el Nuevo Testamento, del servicio de la Iglesia, es el servicio de la Palabra.

Aquí el servicio también es una obediencia a la Palabra del Señor: “haced que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 19). La Iglesia Apostólica tiene la convicción de que el primer servicio que puede prestar a la sociedad es el anuncio del Evangelio. Pablo considera a esto su gracia propia. Él es Apóstol “correspondiendo así a la gracia que Dios me ha dado la de ser ministro de Jesucristo entre los paganos, ejerciendo el oficio sagrado de anunciar la Buena Noticia de Dios, a fin de que los paganos lleguen a ser una ofrenda agradable a Dios, santificada por el Espíritu Santo” (Rm 15, 16).
Esta prioridad al servicio de la evangelización supone que la Iglesia cree en la importancia que el Evangelio tiene para el bien de la humanidad. Es el servicio más grande que podemos prestar a los hombres, nuestros hermanos; ayudarles a descubrir el sentido de la vida; el pan del cuerpo sin el alimento del espíritu es insuficiente para auxiliarles a que descubran el verdadero camino de la vida. (Cf. Cardenal José da Cruz Policarpo Patriarca de Lisboa)
A nivel kerigmático-apostólico: del anuncio (unidireccional) a la aculturación-inculturación de la fe.

Este tránsito implica la adopción de un nuevo modelo comunicativo, que privilegia y pone en el centro al otro en su singularidad y la relación como acontecimiento creativo en una medida mucho mayor que la del modelo del anuncio unidireccional. La llamada “Nueva Evangelización”, lanzada por Juan Pablo II (y que ha quedado algo indefinida, y hoy quizá algo olvidada), es nueva no sólo por la pasión y la creatividad que entraña, sino por el método adoptado, método típicamente relacional, podríamos decir, pues implica un doble dinamismo o un doble sentido: la aculturación y la inculturación. La primera (decir la propia fe en lengua y dialecto local) va del evangelizador al evangelizado, la segunda (la inculturación) va en sentido contrario, es decir, significa la reexpresión del mensaje de la fe recibido según los términos, la cultura, la expresión, la sensibilidad del evangelizado, el cual pasa a ser en este momento evangelizador respecto a aquel de quien ha recibido el mensaje creyente, como si se lo devolviera nuevo y original. Es la famosa lógica del evangelizari a pauperibus! Pero que pide una profunda disponibilidad para el cambio, una conversión del modo de entender la evangelización misma, a la luz precisamente del concepto de relación, y no solo de la relación con el otro, con el mundo, con el extracomunitario, sino también con quienes comparto la fe y la consagración, porque nadie puede improvisar “fuera” lo que no ha aprendido a hacer “dentro”.

La nueva evangelización no consiste en estrategias pastorales originales y sofisticadas, sino que proviene sobre todo de la calidad e intensidad de las relaciones que se establecen entre nosotros, o sea, de la calidad de la vida espiritual. O, como afirma Arturo Paoli, “hoy el término evangelización no es ya sinónimo de catequización y menos aún de conquistar o hacer prosélitos. Me parece mucho más cercano al término acuñado por Teilhard de Chardin amorizer le monde, amorizar el mundo” Como si dijéramos: no se evangeliza lo que no se ama, o allí donde no se ama…
(A.. CENCINI: Cómo afrontar los desafíos que emergen en la dimensión de la comunión Lunes, 21y 22 de Febrero de 2011)

La facilidad de las comunicaciones y de los viajes ha creado una situación nueva: televisión, internet, publicidad, periódicos que nos meten a chorros el mundo dentro de casa y, con frecuencia, el mundo en su peor aspecto. Nos lo meten a la fuerza por los ojos, es una forma de violencia… Por eso, la salvaguarda de la propia castidad es confiada en gran parte al individuo mismo y debe basarse en sólidas convicciones personales, tomadas de la Palabra de Dios.

¿Qué palabra de Dios?, Ciertamente, para comenzar, la pronunciada por Jesús en el Evangelio de Mateo, cuando habla explícitamente a los apóstoles de quienes se hacen «eunucos por el Reino…. Esta vocación no es más perfecta que el estado conyugal, sino simplemente algo más avanzada, pues refleja la imagen del hombre y la mujer en la vida eterna.

Partiendo de este carácter profético de la virginidad y del celibato, podemos comprender la ambigüedad y falsedad de la tesis, según la cual, este estado iría contra la naturaleza e impediría al hombre y a la mujer realizarse plenamente, como hombre y mujer. Esta duda pesa terriblemente sobre el espíritu de los jóvenes y es uno de los motivos que más aleja de responder a la vocación.

El celibato y la virginidad no reniegan de la naturaleza humana, sino que más bien la realizan a un nivel más profundo. El hombre, según la Biblia, no es sólo lo que es por nacimiento, sino también lo que está llamado a ser. En el hombre, en otras palabras, hay una chispa de vocación a la que tiene que responder.

Los vírgenes consagrados –hombres y mujeres–, son aquellos que han entendido esta respuesta en su grado más elevado, entregándose por el Reino de Dios, cuya difusión ha encontrado casi siempre en ellos el modelo de misioneros eficaces.

El anuncio del Evangelio y las misiones se han apoyado en buena parte en sus espaldas. Dentro de la cristiandad, el progreso en la doctrina, en el pensamiento, ha dependido de ellos, especialmente de algunas órdenes religiosas. Ellos han cultivado caminos nuevos en la espiritualidad.

Si se mira al exterior, los vírgenes consagrados han instituido casi todas las instituciones caritativas. Por tanto, la virginidad no significa esterilidad, sino por el contrario, la máxima fecundidad. La virginidad consagrada y el celibato sacerdotal: Dos vocaciones fundamentales para el anuncio del Evangelio
Padre Raniero Cantalamessa, predica al Papa y a la curia romana, Adviento 6-XII-2002

1. El propósito de virginidad, que se vislumbra en las palabras de María en el momento de la Anunciación, ha sido considerado tradicionalmente como el comienzo y el acontecimiento inspirador de la virginidad cristiana en la Iglesia.
San Agustín no reconoce en ese propósito el cumplimiento de un precepto divino, sino un voto emitido libremente. De ese modo se ha podido presentar a María como ejemplo a las santas vírgenes en el curso de toda la historia de la Iglesia. María «consagró su virginidad a Dios, cuando aún no sabía lo que debía concebir, para que la imitación de la vida celestial en el cuerpo terrenal y mortal se haga por voto, no por precepto, por elección de amor, no por necesidad de servicio» (De Sancta Virg., IV, 4; PL 40, 398).

El ángel no pide a María que permanezca virgen; es María quien revela libremente su propósito de virginidad. En este compromiso se sitúa su elección de amor, que la lleva a consagrarse totalmente al Señor mediante una vida virginal.

Al subrayar la espontaneidad de la decisión de María, no debemos olvidar que en el origen de toda vocación está la iniciativa de Dios. La doncella de Nazaret, al orientarse hacia la vida virginal, respondía a una vocación interior, es decir, a una inspiración del Espíritu Santo que la iluminaba sobre el significado y el valor de la entrega virginal de sí misma. Nadie puede acoger este don sin sentirse llamado y sin recibir del Espíritu Santo la luz y la fuerza necesarias.

2. Aunque san Agustín utilice la palabra voto para mostrar a quienes llama santas vírgenes el primer modelo de su estado de vida, el Evangelio no testimonia que María haya formulado expresamente un voto, que es la forma de consagración y entrega de la propia vida a Dios, en uso ya desde los primeros siglos de la Iglesia. El Evangelio nos da a entender que María tomó la decisión personal de permanecer virgen, ofreciendo su corazón al Señor. Desea ser su esposa fiel, realizando la vocación de la «hija de Sión». Sin embargo, con su decisión se convierte en el arquetipo de todos los que en la Iglesia han elegido servir al Señor con corazón indiviso en la virginidad.
Ni los evangelios, ni otros escritos del Nuevo Testamento, nos informan acerca del momento en el que María tomó la decisión de permanecer virgen. Con todo, de la pregunta que hace al ángel se deduce con claridad que, en el momento de la Anunciación, dicho propósito era ya muy firme. María no duda en expresar su deseo de conservar la virginidad también en la perspectiva de la maternidad que se le propone, mostrando que había madurado largamente su propósito.

En efecto, María no eligió la virginidad en la perspectiva, imprevisible, de llegar a ser Madre de Dios, sino que maduró su elección en su conciencia antes del momento de la Anunciación. Podemos suponer que esa orientación siempre estuvo presente en su corazón: la gracia que la preparaba para la maternidad virginal influyó ciertamente en todo el desarrollo de su personalidad, mientras que el Espíritu Santo no dejó de inspirarle, ya desde sus primeros años, el deseo de la unión más completa con Dios.

3. Las maravillas que Dios hace, también hoy, en el corazón y en la vida de tantos muchachos y muchachas, las hizo, ante todo, en el alma de María. También en nuestro mundo, aunque esté tan distraído por la fascinación de una cultura a menudo superficial y consumista, muchos adolescentes aceptan la invitación que proviene del ejemplo de María y consagran su juventud al Señor y al servicio de sus hermanos.

Esta decisión, más que renuncia a valores humanos, es elección de valores más grandes. A este respecto, mi venerado predecesor Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis cultus, subrayaba cómo quien mira con espíritu abierto el testimonio del Evangelio «se dará cuenta de que la opción del estado virginal por parte de María (…) no fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios» (n. 37).
En definitiva, la elección del estado virginal está motivada por la plena adhesión a Cristo. Esto es particularmente evidente en María. Aunque antes de la Anunciación no era consciente de ella, el Espíritu Santo le inspira su consagración virginal con vistas a Cristo: permanece virgen para acoger con todo su ser al Mesías Salvador. La virginidad comenzada en María muestra así su propia dimensión cristocéntrica, esencial también para la virginidad vivida en la Iglesia, que halla en la Madre de Cristo su modelo sublime. Aunque su virginidad personal, vinculada a la maternidad divina, es un hecho excepcional, ilumina y da sentido a todo don virginal.

4. ¡Cuántas mujeres jóvenes, en la historia de la Iglesia, contemplando la nobleza y la belleza del corazón virginal de la Madre del Señor, se han sentido alentadas a responder generosamente a la llamada de Dios, abrazando el ideal de la virginidad! «Precisamente esta virginidad -como he recordado en la encíclica Redemptoris Mater-, siguiendo el ejemplo de la Virgen de Nazaret, es fuente de una especial fecundidad espiritual: es fuente de la maternidad en el Espíritu Santo» (n. 43).
La vida virginal de María suscita en todo el pueblo cristiano la estima por el don de la virginidad y el deseo de que se multiplique en la Iglesia como signo del primado de Dios sobre toda realidad y como anticipación profética de la vida futura. Demos gracias juntos al Señor por quienes aún hoy consagran generosamente su vida mediante la virginidad, al servicio del reino de Dios.
Al mismo tiempo, mientras en diversas zonas de antigua evangelización el hedonismo y el consumismo parecen disuadir a los jóvenes de abrazar la vida consagrada es preciso pedir incesantemente a Dios, por intercesión de María, un nuevo florecimiento de vocaciones consagradas. Así, el rostro de la Madre de Cristo, reflejado en muchas vírgenes que se esfuerzan por seguir al divino Maestro, seguirá siendo para la humanidad el signo de la misericordia y de la ternura divinas. Juan Pablo II María, modelo de virginidad. CATEQUESIS DEL PAPA (Durante la audiencia general del miércoles 7 de agosto de 1996 )

A. Torio

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