DIMENSIÓN INTELECTUAL DE LA VIRGINIDAD CONSAGRADA EN SECULARIDAD HOY
El ser humano es un misterio: es criatura finita y abierta al infinito; soledad y comunión; entre la determinación y la libertad…
En el fondo se podría decir, aún cuando pueda parecer paradójico y excesivo, que toda persona es ya virgen y está llamada a hacerse virgen o a vivir una cierta virginidad, aunque ciertamente sea según el carácter específico de su vocación. Y esto , no en el sentido de que deba abstenerse de una cierta relación, sino porque tiene que comprender que en su corazón, como en el del otro y en el de todo ser humano, hay un espacio que sólo el amor de Dios puede llenar, o hay una soledad insuprimible que ninguna criatura podrá violar y pretender llenar.
Justamente este es el misterio del ser humano, su nobleza y dignidad. Su corazón está hecho “por Dios”, y por tanto “para Dios”, posee una grandeza que procede directamente de aquel que lo ha creado. Nos movemos dentro de la lógica agustiniana según la cual ”nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones 1,1,1.) (cf, Amedeo Cencini, Consultor en algunos Dicasterios de la Santa Sede, Virginidad y celibato hoy Sal Térrae, 2006 p.41-42)
La llamada de Dios a hacernos más semejante a ÉL, a vincularnos más estrechamente a Él, a seguir a Cristo más de cerca en un modo de vida virginal no hace diferente a este hombre/mujer del resto de los mortales. La especial consagración que recibe por la profesión del voto de castidad, tampoco añade o quita nada a la constitución específica de este hombre/mujer.(Germán Sanchez Griese)
La esencia de la virginidad consagrada es la llamada de Cristo. Una llamada que implica el vivir en intimidad con Él y el seguirlo a dónde Él vaya y la respuesta que el hombre o la mujer deben dar a esta llamada se identifica con la imitación de Cristo en la vida que Él escogió para sí mismo.
Hay un error en pensar que primero decidimos ser virgenes y después aplicamos nuestra Virginidad al servicio del Reino de Dios. La expresión de Jesús «eunucos por el Reino»(Mt.19,12) sugiere más bien, como aconteció en su caso, que es el Reino de Dios el que provoca una existencia célibe en nosotros, no al revés. La virginidad, antes de ser decisión, es gracia. (cf José A. García Pobreza,Castidad y Obediencia)
La filosofía ha visto siempre como característica esencial del hombre/mujer su interioridad, que es la capacidad de recogerse en sí mismo. Intellectus, inteligencia, comprensión, discernimiento, derivado del verbo latino intellego, Inter-lego=leer dentro, darse cuenta, comprender, entender, conocer, notar. Esta característica de la interioridad permite al ser humano conocerse a sí mismo y conocer todas las cosas que están fuera de él mismo. Conoce porque tiene la capacidad de interiorizarse. Por la capacidad de conocer: puede conocerse a sí mismo y puede conocer todas las cosas en su esencia espiritual.
El conocimiento y la virginidad
Comencemos por la potencia del intelecto. Convendrá saber cómo puede ayudar la capacidad intelectiva a alcanzar la identidad de la vida virginal, que no es otra cosa que seguir la llamada de Cristo y configurarse con Él en el misterio de su virginidad. (Germán Sanchez Griese)
En los evangelios se aprende una manera de estar en la vida, un modo de habitar el mundo, un modo de interpretarlo, de tratarlo; una manera de crear la historia y la cultura haciéndolas mejores.
Lo primero que se aprende de Jesús no es doctrina, sino su manera de ser, su manera de amar, de confiar en el Padre, de preocuparse por el ser humano. Y yo entiendo que ese esfuerzo consiste en aprender a pensar como Jesús, a sentir como él, a amar la vida como él, a vivir como él, a compadecernos de los que sufren como él, a esperar en el Padre como él…
Lo que nos ha de preocupar hoy no es repetir el pasado; aprender del pasado sí, pero vivir el presente y abrirnos al futuro. Lo que nos tiene que preocupar es hacer posible hoy el nacimiento de unas comunidades capaces de reproducir con fidelidad la presencia de Jesucristo siendo capaces de actualizar su proyecto en la sociedad actual (José A. Pagola).
Dice la Carta a los hebreos, fijos los ojos en Jesús que es el que inicia y el que consuma nuestra fe. Es una invitación a asomarnos al borde de ese abismo que es el apasionamiento de Dios por su mundo, su deseo de acogerle y hacerle llegar su misericordia entrañable.
La virginidad consagrada en secularidad es un don de Dios que hemos de integrar plena y gozosamente en nuestra espiritualidad y hoy nuestro mundo nos lo exige como uno de los signos proféticos que más necesita. Es tomarse en serio el misterio de la encarnación y actuar con madurez y libertad, viviendo muy atentas al latido del corazón de Dios en el corazón del mundo.
Ser virgen consagrada en secularidad hoy consiste en tratar de coincidir con Dios en ese “instinto básico” de simpatía incondicional ante todo lo humano: “Ha aparecido la bondad de nuestro Dios y su filantropía… no por méritos nuestros sino por sola su misericordia.” (Ti 3,4). La filantropía evoca una predisposición de estar a favor de cualquier persona, más allá de sus desvaríos, aciertos, descalabros, heroísmos o mezquindades, con esa mirada de infinito respeto y reverencia.
Se nos confía la misión de llamarnos a la conversión, y recordar a toda la gente, tan perdida a veces, que las puertas del gran hogar paterno están abiertas de par en par, que a Dios le corre prisa que vuelvan, porque su perdón está impaciente, y el pan de su ternura les está esperando.
Nos lo jugamos todo en la “actitud básica” de irnos pareciendo algo a ese Dios de quien, si algo sabemos, es de su poderosa corriente de aproximación y cercanía. Esa que nos alcanza en Jesús y nos hace felicitarnos porque Él nos contacta y nos roza, conecta con nosotros, se nos pega, se inscribe en nuestro censo como uno de tantos, se apellida “Hijo del hombre” y se mezcla con nuestros dolores y alegrías y como nos resulta tan difícil de adquirir, el Evangelio nos señala a la mujer que, en medio de la noche, daba vueltas en su corazón a lo que estaba pasando, reunía lo disperso y concertaba lo discordante (Lc 2,19). .(Cf. Precioso artículo de Dolores Aleixandre leído en Alandar Lunes, 21 de diciembre de 2009.
La virginidad no reniega de la naturaleza humana, sino que más bien la realiza a un nivel más profundo. El hombre, según la Biblia, no es sólo lo que es por nacimiento, sino también lo que está llamado a ser. En el hombre/mujer, en otras palabras, hay una chispa de vocación a la que tiene que responder. (cf. Padre Raniero Cantalamessa, predica al Papa y a la curia romana, Adviento 6-XII-2002).
Por la facultad intelectiva el hombre/la mujer perciben y conocen las cosas, todas las cosas. Este conocimiento puede ser intelectual o sensitivo. Las fases del conocimiento intelectual son tres, la conceptualización, el juicio y el razonamiento. Mediante estas tres fases el hombre/mujer puede analizar, sintetizar y relacionar los conceptos para formarse un juicio. “Finalmente, la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y del bien. Imbuido por ella, el ser humano se alza por medio de lo visible hacia lo invisible.”
Con estas definiciones podemos decir claramente que la facultad intelectiva permite conocer en su esencia los diversos objetos que se le presentan a la persona. Uno de estos objetos es la llamada que Jesucristo hace a hombres y mujeres para seguirlo más de cerca. Esta llamada puede ser percibida de diversas formas y puede ser conocida por el ser humano. Las características de esta llamada y sus implicaciones son también materia del conocimiento, de forma que no se deja a la interpretación subjetiva de la persona. La llamada comporta un estilo de vida muy preciso, requiere de un comportamiento específico y de unas disposiciones muy especiales. El seguimiento de Cristo puede y debe ser reconocido por el intelecto y la persona puede informarse sobre el contenido de esa llamada.
Todo lo anterior nos permite establecer el servicio que presta la facultad intelectiva a la virginidad .La posibilidad de que el /la mujer consagrada puedan conocer la llamada en forma inequívoca y sustancial, es decir, en su esencia, no deja campo para las interpretaciones o las subjetividades personales. La vida virginal, de acuerdo al deseo de Cristo, su fundador, queda establecida en una forma muy bien definida. Garante de esta definición es el Magisterio de la Iglesia. La virgen consagrada con su mente debe esforzarse por entender el significado de la llamada en su vida y las implicaciones en su actuar personal. Si utilizásemos una imagen del evangelio, podríamos decir que la facultad intelectiva permite conocer la perla de gran valor, el tesoro escondido en el campo. Se percibe la llamada, pero el intelecto sabe razonar, juzgar y comparar esta llamada para valorarla. (Mt. 13, 44 – 46)
La facultad intelectiva le permite conocer y ser consciente de sus actos. Sabe juzgar con claridad mediana sus actos en el pasado y prever los del futuro. La conciencia, juicio práctico de la razón, le ayudará a discernir lo bueno de lo malo, tomar decisiones que lo lleven hacia el fin que se ha propuesto y le premiará o le castigará sobre los actos realizados. Es dueña de sus actos y no queda limitada por un pasado histórico.
Como colofón de esta potencia, podemos decir que el intelecto permite al ser humano conocer quién es el que llama y a qué llama. Las formadoras de la vida virginal en secularidad hoy deberán tener siempre en cuenta en su labor formativa el saber presentar adecuadamente la llamada, de forma que la mujer consagrada pueda identificar lo que significa para su vida quién es el que le hace la llamada y a qué la está llamando. Ayudará a la consagrada a conceptualizar, juzgar y hacer un razonamiento claro sobre esta llamada, núcleo y esencia de la identidad de la vida virginal. Hay que añadir que un adecuado uso de la facultad intelectiva permite alcanzar la madurez en la persona, “la cual se comprueba, sobre todo, en cierta estabilidad de ánimo, en la facultad de tomar decisiones ponderadas y en el recto modo de juzgar sobre los acontecimientos.Sin esta facultad del entendimiento, cualquier hombre/mujer es como una hoja en tiempos de vendaval, dejada a la merced de las circunstancias, las pasiones, los sentimientos. (cf. German Sanchez Griese) Fuente: catholic.net
Benedicto XVI ha resaltado que el carisma propio de los Institutos Seculares es el discernimiento de los signos de los tiempos, para ser laboratorio de diálogo con el mundo. (Discurso a los Institutos Seculares con motivo del Congreso sobre los 60 años de la Provida Mater, (2007)
Virginidad en secularidad. Una consagrada secular no es una religiosa en el mundo, es y representa el ideal del apóstol laico, que participa y colabora en la misión de la Iglesia en el mundo.
La opción de consagración secular es una toma de conciencia de “estar en el mundo como lugar propio vuestro de responsabilidad cristiana”, es “un modo de ser Iglesia, de hacerla presente, de salvarnos y de anunciar la salvación”. ( Pablo VI (1963-1978), en su alocución a los Institutos Seculares, año 1972
«Seculares».con esta particular pertenencia a Jesucristo en la virginidad, ámbito privilegiado de una vocación específica para la gloria de Dios y el servicio a los hermanos. Exige vivir en el mundo, en contacto con los hermanos del mundo, insertos como ellos en las vicisitudes humanas, responsables como ellos de las posibilidades y riesgos de la ciudad terrestre, igual que ellos con el peso de una vida cotidiana comprometida en la construcción de la sociedad, con ellos implicados en las más variadas profesiones al servicio del hombre, de la familia y de la organización de los pueblos Comprometidos, sobre todo, a construir un mundo nuevo según el plan de Dios, en la justicia, el amor y la paz, como expresión de una auténtica «civilización del amor». No es tarea fácil. Exige discernimiento, generosidad, coraje. Pablo VI los llama los «alpinistas del espíritu» (cf. Pablo VI, 26 de septiembre de1972).
Os encontráis, por decirlo así, en el centro del conflicto que agita y divide el alma moderna, y podéis ofrecer una aportación pastoral eficaz para el futuro y abrir caminos nuevos y de valor universal para el pueblo de Dios” (Juan Pablo II)
Juan Pablo II (1978-2005) nos decía: “…no cambiéis vuestra condición, ¡sois y os mantenéis. laicos!”
Del Pensamiento virgen, sin prejuicios ni etiquetas deriva la palabra virginal
Es absolutamente necesario el diálogo, conocerse recíprocamente, respetarse y buscar colaborar de todos los modos posibles por los grandes objetivos de la humanidad, o por sus grandes necesidades, para superar los fanatismos y crear un espíritu de paz y de amor. Y esto está también en el espíritu del Evangelio, cuyo sentido es precisamente que el espíritu de amor, que hemos aprendido de Jesús, la paz que Jesús nos ha dado mediante la cruz, se haga presente universalmente en el mundo. El diálogo respetuoso no excluye el Evangelio (BXVI Zenit 13-II-2008)
En este sentido el diálogo debe ser verdadero diálogo, en el respeto del otro y en la aceptación de su diversidad; pero debe ser también evangélico, en el sentido de que su objetivo fundamental es ayudar a los hombres a vivir en el amor y a hacer que este amor se pueda extender en todas partes del mundo.(Ibid.)
Pero esta dimensión del diálogo, tan necesaria, esto es, la del respeto del otro, de la tolerancia, de la cooperación, no excluye la otra, o sea, que el Evangelio es un gran don, el don del gran amor, de la gran verdad, que no podemos quedarnos sólo para nosotros mismos, sino que debemos ofrecerlo a los demás considerando que Dios les da la libertad y la luz necesaria para encontrar la verdad. Es ésta la verdad. Y por lo tanto éste es también mi camino. La misión no es imposición, sino ofrecer el don de Dios dejando a Su bondad que ilumine a las personas a fin de que se extienda el don de la amistad concreta con el Dios de rostro humano. Por ello deseamos y debemos testimoniar siempre esta fe y este amor que vive en nuestra fe. Habríamos descuidado un deber verdadero, humano y divino, si hubiéramos dejado a los demás solos y si hubiéramos reservado la fe que tenemos sólo para nosotros. Seríamos infieles a nosotros mismos si no ofreciéramos esta fe al mundo, si bien siempre respetando la libertad de los demás. La presencia de la fe en el mundo es un elemento positivo, aunque no se convierta nadie; es un punto de referencia.
Es san Pablo el apóstol de la virginidad quien, con su vida, nos aclara el sentido de la misión cristiana y su genuina universalidad. Pensemos en el episodio del Areópago de Atenas narrado por los Hechos de los Apóstoles (cf. 17,16-34). En efecto, el Apóstol de las gentes entra en diálogo con hombres de culturas diferentes, consciente de que el misterio de Dios, conocido o desconocido, que todo hombre percibe aunque sea de manera confusa, se ha revelado realmente en la historia: «Eso que adoráis sin conocerlo, os lo anuncio yo» (Hch 17,23). En efecto, la novedad del anuncio cristiano es la posibilidad de decir a todos los pueblos: «Él se ha revelado. Él personalmente. Y ahora está abierto el camino hacia Él. La novedad del anuncio cristiano no consiste en un pensamiento sino en un hecho: Él se ha revelado».[312]BXVIEncuentro con el mundo de la cultura en el Collage des Bernardins, Paris ,12 de septiembre de 2008)
«Sería una preciosa contribución para la sociedad y para la comunidad cristiana si la bienaventuranza de los puros de corazón nos ayudara a mantener despierta en nosotros la nostalgia de un mundo limpio, verdadero, sincero, sin hipocresía -ni religiosa ni laica-, un mundo donde las acciones se corresponden con la palabras, las palabras con los pensamientos y los pensamientos del hombre con los de Dios», (Raniero Cantalamessa O.F.M.)
A. Torio (AJM)