Esta mañana me ha zarandeado esta invitación:
Dejar a Dios, es dejarme yo. Dejar mis agobios, mis preocupaciones, mis razones, mis certezas.
Dejar a Dios que escriba. Que trace letras de compasión, de entusiasmo, de gracia. Que Dios escriba retazos de misericordia, de ternura, de perdón. Que narre mi historia en primera persona. Un relato de aciertos y errores. De promesas cumplidas y sueños alcanzados. De caídas y de manos tendidas. De risa y de llanto. Una historia escrita con tinta de amor, de entrega, de don, de paciencia.
26 de febrero de 2017
Mª Victoria Romero (AJM)