El mundo de los afectos 2

10 Oct, 2011 | Autoformación, Encantada de conocerME

EL MUNDO DE LOS AFECTOS ll

1. Introducción
Vamos a continuar profundizando en el universo de los sentimientos, concretamente de los afectos. Distinguimos la diferencia entre afectos y emociones, en la entrega anterior. En las próximas páginas, trataremos de ahondar en los afectos.
2. Para entrar.
Recientemente he terminado de leer un libro, que para quienes tengáis tiempo y afición a la lectura recomiendo. Voy a adentrarme en este tema con un párrafo que he seleccionado porque sintetiza muy bien lo que pretendo desarrollar:
“Ted, para mi vivir, significa poder responder ante la otra persona. Significa poder manifestar mis emociones y mis sentimientos. Hablar con el otro. Sentir con él…”
3. ¿Qué entendemos por mundo afectivo?
No voy a repetir lo que señalaba en el número anterior, sino que me voy a adentrar de lleno en el tema.
Afecto es un sustantivo que proviene de la palabra afectar. Afectar, según el diccionario, es producir una impresión o una alteración. Lo que nos afecta, nos cambia. Y es que el afecto está en estrecha relación con lo demás, con los demás. A diferencia de la emoción, es algo más estable. Su consistencia radica en las entrañas de la persona. Habitan en lo más interno, lo más nuclear, lo más central de todo nuestro ser: en el corazón.
El afecto es una capacidad que ante todo, nos hace amar y sentirnos amadas. El afecto nos dota de los elementos necesarios y de las maneras para manifestarlo.
El componente esencial, y en torno al cual voy a desarrollar parte de esta reflexión, es el cuerpo.
4. Cuerpo y mente.
Han sido muchos siglos viviendo esta concepción de la persona. Un dualismo que nos ha fragmentado, haciéndonos personas troceadas. Como ya he venido repitiendo con anterioridad, la persona es una, con muchas dimensiones. Nos estamos ocupando de una de ellas, que a mi juicio es la central, y la que da consistencia a la persona. Nos movemos según sentimos. Un sentir consistente, coherente, personal, único. Exclusivo. Un sentir que nos dota de identidad. Que nos hace ser lo que somos. Un sentir que determina los rasgos de nuestra personalidad. Casi me atrevería a escribir, que somos lo que sentimos. Y subrayo el ser y el sentir.
Aquí nos volvemos a remitir a la importancia del autoconocimiento. Un conocimiento que me tiene que conducir al centro de mi persona, si quiero responder con autenticidad a lo que me define.
Recuerdo cuando en los primeros años de la carrera estudiábamos el cerebro. No os voy a aburrir con nombres, porque no es lo más importante que aprendí. Lo que realmente me sorprendía y aún sigo en ese asombro, es en la dificultad para explicar cómo en una zona del cerebro se esconde mi cariño por alguien, o mi recuerdo entrañable, o mi nostalgia del ayer. Eso que no puedo medir, que no puedo tocar, pero que si puedo sentir. Y es que aunque tantas veces, se ha asociado el sentir con el corazón (cuerpo), la raíz de mi afecto está en un rinconcito del cerebro, más o menos localizado.
La mente es el motor de la persona. Un gran Misterio, que no funciona al margen del cuerpo. Como curiosidad, para ilustrar esto que escribo, apuntar que nuestra sensación de hambre o de saciedad no la controla el estómago, como parece más evidente, sino el cerebro. Hay un nervio (técnicamente lo llamamos par craneal) que manda una señal del estómago al cerebro para que coma o para que deje de comer. Con este ejemplo, solo pretendo ejemplificar la unión entre estas dos realidades que se han considerado independientes, y que en realidad son complementarias.
5. Cuerpo y afectos
De este emparejamiento, me atrevería a decir que casi no se ha hablado. Desgraciadamente desarrollar esta otra complementariedad, me llevaría mucha más extensión de la que tengo, por eso voy a intentar hacerlo lo más sencillo y concreto que pueda.
Durante siglos, y amparada por la Iglesia, la concepción del cuerpo ha sido muy negativa. Creo, que es de todas, conocida, las prácticas de penitencia, de condena o de castigo que el cuerpo en relación con los afectos, siempre ha tenido. Me atrevo a escribir que toda una paradoja, si meditamos la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús se ha hecho carne (cuerpo) por amor (afecto). Y en la Eucaristía nos da a comer su cuerpo. La Eucaristía se centra en el don del cuerpo. El cristianismo es la más corporal de todas las religiones. Dejo ahí un poco el tema a la reflexión en esa historia, que debe formar parte del pasado porque en el presente no encaja.
Cuerpo y afectos que se fusionan en nuestra sexualidad. Una palabra, que quizás también por tradición, no se ha entendido en un sentido constructivo. Somos personas sexuadas (hombres, mujeres) y sexuales (dotadas de la capacidad de amar). El problema que esta palabra tiene, es que se ha asociado mucho a genitalidad, relaciones íntimas entre un hombre y una mujer, y un amplio abanico de prácticas relacionadas. Es tanto como decir que la virginidad es el estado de una mujer que no ha estado en la intimidad con un hombre. En nuestro caso, esto dejaría nuestro carisma muy mal parado. Otro tema que dejo para la reflexión.
6. Afectos y sexualidad
Somos seres sexuales porque sencillamente tenemos capacidad de sentir. Nuestro sentir se expresa a través de nuestro cuerpo. Transmitimos lo que sentimos en palabras, gestos y actitudes. Es la manera de hacerlo visible.
Reconozco que no me resulta cómodo hablar de estos temas, porque no hay mucha costumbre de hablar con normalidad de afectos, cuerpo o sexualidad, sin embargo, pienso que aunque Dios se encarnó en Jesucristo, nosotras todavía estamos aprendiendo a encarnarnos en nuestros propios cuerpos. Para eso, es imprescindible descubrir nuestros cuerpos como don de Dios. Tenemos que aprender a amar como los seres sexuales y apasionadas que somos- a veces un poco desordenadas- o no tendremos nada que decir sobre Dios, que es amor.
No quisiera que se pesara que me estoy saliendo del tema porque haga estas injerencias en la espiritualidad, pero como ya he repetido tantas veces, la persona es una, y el centro de toda nuestra afectividad es Dios. Si nuestros afectos, sexualidad y corporalidad se asientan en Él, todo es bueno.
7. Signos de afectividad en medio del mundo
Es de justicia reconocer, que estos temas no solo nos resultan costosos a nosotras. Para nuestra sociedad es muy difícil entender esto porque el cuerpo, se utiliza como un medio que nos pertenece, por ende podemos hacer con él lo que nos plazca, mientras no haga daño a nadie. Los extremos no son buenos. Esta visión termina cosificando a la persona. La hace perder su dignidad. La equipara a un electrodoméstico o cualquier aparato que uso para mi bienestar. El cuerpo no es un objeto. Detrás de esta perspectiva está la cultura de los derechos absolutos, por la que nos convertimos en propietarios de todo. Atribuimos el ser humano con la posesión. Todo nos pertenece, y por eso no necesitamos ningún otro absoluto. Nosotros somos Dios.
La tarea de todo ser humano está en descubrir el cuerpo, no como una cosa que poseo, sino como un don que he recibido. Se me ha dado para entregarla, y aquí viene el matiz, ofreciéndolo por amor. Este es el kit que da sentido a todo.
La relación sexual (no la entendamos solo en términos de intimidad) está llamada a ser una entrega de sí misma. Cuando amó, quiero con todo mí ser. Como el amor a Dios: con todo mi corazón, alma, fuerzas, … (Dt 6,4) Con todo. Esto también se aplica al segundo mandamiento.” Y al prójimo como a mí misma” (Mc 12, 28-34) Son dos mandamientos que van de la mano. Es más “quien no ama a su hermano a quien ve, como va a amar a Dios a quien no ve”(1Jn 4, 20).
Ahora tendríamos que reflexionar como nos queremos. Según nos queremos, así querremos a los demás. Unos afectos que se hacen visibles a través de nuestro cuerpo.
Somos un poco como los anglosajones, nos cuesta el contacto, tocar, acariciar, besar, abrazar…formas de decir un te quiero desde el corazón, desde las entrañas más tiernas, sinceras y transparente de nuestra persona.
Nuestra vocación es una llamada a ser personas sexuales en medio del mundo. Ser cristal por el que pasa el calor, el color, la plenitud del amor de Dios por la Humanidad. Y para esto, Dios se quiere seguir haciendo carne en tu carne. Dios se quiere encarnar en tu cuerpo para hacerse: sonrisa, mirada, brazos, pies y corazón, para todo ser humano.

8. Conclusión
No quiero cargar más esta entrega. Este tema es denso, y continuaré profundizando en el, si os parece en el siguiente número. Por el momento os dejo temas para reflexionar, y también para rezar, porque Dios siempre tiene algo que decirnos.
Me despido hasta la próxima con una historia. Buen provecho y un abrazo con todo mi afecto.

UNA VITAL DIFERENCIA
Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí:
¿Qué es lo que la gracia te ha dado?
Y les respondió:
Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche.
Le volvieron a preguntar:
Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?
Y replicó Uwais:
Si lo saben, pero no todos lo sienten.
Jamás se ha emborrachado nadie de comprender intelectualmente la palabra VINO.

Mª Victoria Romero
BIBLIOGRAFIA
Albon, Mitch. “Martes con mi viejo profesor” Maeva Ediciones. 2000
Diccionario Vox de lengua española
Biblia. La Casa de la Biblia.
De Mello, Anthony. “El canto del pájaro” Sal terrae. 1996.

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