III Encuentro Nacional de Familia aliada

16 Abr, 2012 | Familia aliada (Histórico)

DON ANTONIO EN LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

14 DE ABRIL DE 2012. 14_abril_2012_cartel_del_patio.jpg

Este día resuena de manera especial, más que en mis oídos, en mi corazón. ¿Qué fue? Una convocatoria ¿a una reunión?, ¿a un encuentro?, ¿una convivencia?… No sé, pero a mí todas estas palabras se me quedan un poco insuficientes para recoger todo el contenido de lo vivido este 14 de abril. Porque incapaz es el lenguaje, a pesar de su riqueza, de expresar tantos momentos y experiencias que tienen que ver con lo de dentro. Y a mí me parece que este 14 de abril fue una experiencia de las de dentro, de las de lo profundo del alma, que se me incrustó en medio del corazón. Un corazón lleno, feliz, emocionado, agradecido a todo lo que empezó a vivir desde la noche anterior.

Ya estaba el viernes nuestra casa ocupada y enriquecida por unas 128 personas de la Familia. Qué esperaban, qué las había movido a ponerse en camino un fin de semana que además amenazaba lluvia, a ponerse en camino saliendo de comodidades y tranquilidad, para llegar a un Griñón que los separaba de sus hogares muchas horas de viaje… Qué buscaban…

Yo empecé a pensar desde aquel momento que algo grande íbamos a vivir, que tanto esfuerzo tenía que dar un gran fruto. Y creo que no me equivoqué: la Familia Aliada reunida, unida, feliz, desde el más pequeño de 4 años al mayor de 85, desde el más fuerte y capaz y a la invidente, desde el casado a la consagrada…así de simple y así de grande. ¿Más fruto que este? No me atrevo a pedirle nada más a la vida, nada más al Señor de la vida. Sino que no aleje de mí la capacidad de asombro que el sacerdote manifestaba en la Eucaristía; porque, ciertamente, la teníamos a flor de piel viendo nuestra capilla tan llena; y estaban todos: nuestros niños/as de SEVI y EDEJ, nuestros jóvenes de JURD, los colaboradores, sacerdotes, nuestra familia, nuestros amigos… todos recordados en las palabras de acogida de nuestra Directora General en las que estuvo presente la urgencia y novedad de nuestro Carisma ante el que todos los que estábamos allí teníamos una llamada a difundir y enriquecer con la propia vida. Don Antonio puso la semilla regalada por el Espíritu que ahora nosotros hemos de cuidar y dar vida. Allí había una cosecha real de la siembra.

El corazón en fiesta fue la tónica general del día, simbolizado también por un brindis (con licor hecho con calor y cariño de aliadas) y en copas que, guardadas ahora para el recuerdo de este día, se chocaron unas con otras como si estuviéramos chocando nuestros propios corazones en unos mismos sentimientos; en este caso, los sentimientos de la gratitud, la alegría, el deseo y la confianza; un brindis enriquecido además por la música y la letra de Jesús Cabello, joven amigo de la Alianza, que desde el corazón puso las notas que harían el día aún más entrañable, si cabe.

De mi mente no se alejan, ni quiero consentir que lo hagan, los rostros de muchas personas, unas conocidas, otras que veía por primera vez… con una sonrisa que se me clavaba en el alma. Y pensaba: el Señor nos regala la oportunidad de hacer felices a los demás. Me emociono al escribir esto. El “gracias” que tantas veces escuché el 14 de abril servía de eco al que yo le dirigía al Señor al mismo tiempo.

Todo salió bien. ¿Qué quiero decir con bien? ¿Qué se cumplió el horario, que no hubo inconvenientes? ¿qué no hubo cosas que podrían haber salido mejor o más del agrado de unos u otros…? No. Para mí la organización pasó a un segundo plano. Salió bien porque fue responsabilidad de todos que así saliera, porque hubo un grupo de jóvenes entregados y dispuestos a que así saliera, porque hubo aliadas y colaboradores que, con su trabajo de preparación dieron vida a los talleres de unidad con las aliadas, multiculturalidad con los niños, la JMJ con JURD, de misericordia y esperanza con los colaboradores. .

Porque hubo quien enriqueció con su experiencia y cariño uno de los momentos más importantes del día con el paso de todos por la cripta. Salió bien porque hubo mucha generosidad, implicación, deseo, coraje incluso para seguir adelante con algo que parecía ¿innecesario? ¿sin una razón de peso? Dios mío, qué más razón, no de peso, sino de amor ver la familia reunida y feliz por ello.

La casa acogió de la mejor manera que son capaces de acoger los auténticos hogares: con sus puertas abiertas, sin ningún rincón oculto para nadie, todo a disposición de todos. Una casa que parecía que se ensanchaba para acoger a más y más miembros de la familia que a partir de las 10 de la mañana empezaban a ocuparla. ¿Y la lluvia? ¿Y el viento? ¿Y el granizo?… ¿Un problema? ¡Nada más lejos de la realidad! No hicieron sino permitir que estuviéramos más “unidos”, más juntos, con más calor de hogar, que permitió que nadie pasara frío ni, más importante aún, nadie se sintiera solo.

¡Cuántas cosas vividas en tan poco tiempo! ¡Cuántas experiencias, cuántas veces el corazón se me estremeció!

Y tú, aliada, niño, niña, joven, colaborador, padre, madre, amigo, sacerdote, ¿qué sentiste el 14 de abril?

Yo, para terminar este compartir, me voy a atrever a expresarlo con las palabras de D. Pedro Moreno, sacerdote que presidió la Eucaristía: sentí que aquel momento, que aquel día bien podía ser calificado de:

UN PEQUEÑO (O GRAN)
“TROZO DE CIELO EN LA TIERRA”

¡GRACIAS, SEÑOR!

Mª Trini Conde (AJM)

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