La Purísima

10 Dic, 2013 | Escritos A. Amundarain

La Purísima
La imagen

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CUANDO veo en un altar la estatua de una Purísima, lo primero que me trae a la memoria es una Hermanita de la «Alianza con Jesús por María», ¡habrá tanto parecido entre ambas…!

Tres detalles muy interesantes se encuentran en las Purísimas, por lo menos en las de Murillo; y estos tres encuentro también (y los quiero encontrar siempre) en nuestras hermanitas.

Primer detalle. La planta virginal de María aplasta la cabeza de una serpiente, la cual lleva entre sus dientes una manzana.

El primer significado de este detalle es el triunfo de la segunda Eva sobre la serpiente infernal anunciada por Dios en el Paraíso.

Ampliando un poco este significado, veo a la Purísima Virgen aplastando con su planta virginal a la serpiente, en la cual están representados tres enemigos de nuestra alma y de los cuales triunfa admirablemente María. De la serpiente (demonio) en el instante de su Concepción Inmaculada, en el que no ha podido empañar su blanquísima alma; de la serpiente (mundo) cuyas pompas y vanidades, grandezas y honores, riquezas y regalos, los despreció María desde niña; y de la serpiente (carne) cuya manzana de placeres envenenados ha cautivado a tantas jóvenes, y de los que María triunfó con sublime victoria.

Nada ha podido en ella el espíritu infernal en su diabólica astucia, el espíritu de Dios guió siempre su hermosísima alma. Nada pudo el mundo con sus seducciones mentirosas; la casita de Nazaret modestísima, humildísima, sencillísima, escondía las encantadoras bellezas de la joven inmaculada.
Nada pudo la carne, que la venció con la mortificación, y la guarda pura, purísima con la más exquisita modestia y recato, y la dignificó, espiritualizó, divinizó con la sublime y angélica virtud de la virginidad.

Segundo detalle. Mientras la planta virginal de María aplasta al demonio, al mundo y a la carne, sirviéndose de ellos, como de escabel de sus pies, su bellísimo y purísimo rostro se vuelve hacia el cielo, y sus castísimos ojos que nunca miraron el mal, rasgando las nubes, entran en la mansión de la divinidad.

Allí vive Ella, allí piensa su alma, allí está el bello ideal de sus amores; y su rostro y sus ojos, sus pensamientos y sus suspiros, sus afectos y sus más ardientes amores allá se dirigen.

La oración la desprende de acá, la arranca de la tierra, la eleva a la más familiar intimidad con su Dios.

Solo su planta pisa la tierra, para hollarla, pisotearla, despreciarla; no para vivirla, nunca para gozarla, jamás para amarla; su corazón tiene el vuelo del águila que vive en los cielos.

El Templo, Nazaret, el Calvario, Jerusalén…, la Purísima vive siempre pisando la tierra y mirando al cielo.

Tercer detalle. Las manos recogidas y cruzadas sobre su pecho, son complemento de los dos detalles anteriores. La Purísima que huella la tierra y mira al cielo, bebe en las alturas la vida divina y se repliega dentro de sí misma para sentirla y vivirla intensa y fecunda. Su corazón virginal es el santuario de esa vida, y parece Ella estrecharla con sus palmas para contener con su ímpetu de amor en que se abrasa. Su compostura devota y su angelical modestia le guardan del contacto del mundo, la esconden de las miradas codiciosas y le ayudan a conservar y fomentar cada día más la vida interior.

Su alma al cielo, el cielo de su alma; he ahí la vida completa de la Purísima.

La imagen de una Hermanita

Así quiero yo y así debe ser toda Hermanita de la Alianza con Jesús por María. Así debe ser, y si no lo es hoy, a ser eso por lo menos debe aspirar toda la que quiere ser nuestra Hermanita; y la joven que a eso no aspira, no debe tampoco aspirar a ser hermanita nuestra.

Primer detalle de nuestra hermanita. Que con su planta pise la serpiente. Guerra a la serpiente (demonio) con sus astucias, tentaciones, sugestiones e inspiraciones infernales; guerra a la serpiente (mundo) con sus vanidades, regalos, honras, modas, pasatiempos, etc.; guerra a la serpiente (carne) con sus concupiscencias, malas pasiones, placeres, diversiones, espectáculos… Sobre todas esas cosas, hollándolas, debe estar la planta de nuestras hermanitas.

Hermanita que deja espacio a la serpiente entre el tacón largo y la planta del zapato, hermanita que no cubre las piernas y deja que allí se enrosque la serpiente, hermanita que no huye del árbol donde la serpiente le espera (espectáculos, amistades, etc.), hermanita que se pinta y se repeina, se empolve y se cargue de esencias, no es imagen de la Purísima, es más bien esclava de la serpiente; y éstas no deben jamás pretender ser hermanitas de la Alianza.

Segundo detalle. Que sus ojos miren al cielo y al Sagrario. Es imposible mirar a la serpiente y pisarla en su cabeza, porque si la miramos nos sugestiona, nos hipnotiza, nos atrae, nos cautiva y nos envenena. ¡Cuántas almas se han perdido por una simple mirada a la serpiente, al mundo, a sus atractivos, a sus espectáculos, a sus modas!

La hermanita debe mirar al cielo y al Sagrario y dejarse arrastrar y que quede divinamente inmortalizado su corazón.

Vida de fe, de oración, de divinos coloquios, de amor, de unión con su Amado; vida de pureza, vida virginal, vida de ángel, vida de cielo; vida de Dios.

Sus pensamientos, sus aspiraciones y quereres, sus sueños y sus amores, sus conversaciones, sus obras y su vida toda, en una palabra, debe mirar arriba.

La hermanita ya no es un ser de la tierra, la tierra solo es para ella un simple pedestal que le sostiene, hasta que definitivamente abre su vuelo al cielo; la hermanita es un ser del cielo que puesta en un desierto, camina a su patria.

Tercer detalle. Las manos cruzadas sobre el pecho para sentir los latidos de un corazón abrasado en amor para estrechar allí, en el fondo del corazón a su divino Esposo, para recogerse y replegarse con los demás sentidos en aquel santuario de oración y de amor, para ayudar y defender con angelical compostura, modestia y recato el silencio y recogimiento de una vida pura, santa y divina; y para distinguirla de la joven inmodesta, desenvuelta, derramada y casquivana que, con las manos en los bolsillos, cruza las calles, grabando en los adoquines la silueta de sus desproporciones.

Fíjate hermanita… Para ti he puesto ahí esa imagen; mírate en esos tres detalles que la Purísima a simple vista nos ofrece a todos;
¿Las encuentras en ti? Bendita seas.
¿No las encuentras? Te compadezco.
¿Las quieres poseer? Pide… y trabaja.
¿No te importa tenerlos? No seas Aliada.

EL ESCLAVITO (LA PURÍSIMA. LILIUM NOV.-DIC. 1930)