Mujeres puerta

21 Ago, 2020 | Oración y reflexión

Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
(Jn 11)
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Si crees esto vivirás, pero si no crees, aunque estés vivo, estás realmente muerto… ¿De dónde le viene la muerte al alma? De que ya no tiene fe. ¿De dónde le viene la muerte al cuerpo? De que el alma ya no está en él. El alma de tu alma es la fe. (San Francisco de Sales)

Señor, tu evangelio es una puerta de comunicación contigo y con mi prójimo.
El ejemplo de fe de una mujer me enseña a vivir mi propia fe.
Pienso en mi vida…
a veces la duda me paraliza.
a veces el pesimismo oscurece mi horizonte.
Pero la mujer del evangelio me enseña de fidelidad y de perseverancia.

Señor, hay muchas mujeres que son puertas de comunicación contigo.
Pienso en la mujer madre ante la puerta de la cárcel que visita a su hijo.
Pienso en la mujer migrante que lucha por un futuro mejor para los suyos.
Pienso en la mujer que ama a sus hijos y los educa en los valores de tu evangelio.

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Y pienso en tantas otras mujeres, en situaciones que hablan de fe y fidelidad.
Tantas mujeres que sufren soledad y marginación.
Mujeres que encuentro muchas veces en mi camino.
Mujeres que se transforman en puertas de comunicación con Dios.
Te pido Señor:
alimenta mi fe, como lo hace contigo la mujer del evangelio,
para que yo pueda también amar y servir en tu nombre.

(Gabriel Roblero, sj)

Mujeres que se transforman en puertas de comunicación con Dios.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclima a mí tu oído, y sálvame.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno, tú me sostenías.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
( sal 70)
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Siempre tú.

Si nos hundimos en el dolor humano, más hondo estás tú integrando las heridas.

Si subimos en el éxtasis, allí te encontramos abriendo el instante a nuevas plenitudes. Si nos sentimos creadores con el calor del estreno, nos inquietas desde el futuro antes que nos congelemos,

Si nos cerca la situación como una cápsula blindada, nos abres la inmensidad para crear tu palabra.

Siempre te encontramos más arriba y más abajo, más dentro y más fuera, Amor siempre mayor, Amor siempre menor, Tú infinito y solidario.

(Benjamín González Buelta, sj

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