«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser».
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
(Mt 22)
Os doy un mandamiento nuevo.
Un mandamiento que no manda,
porque el amor no se puede mandar,
el amor no puede ser una obligación;
sino una invitación:
os invito a experimentar el amor,
os invito a gustar el amor,
os invito a un banquete de amor.
Os propongo una nueva manera de amar,
os incito, os hago un requerimiento.
Os doy un mandamiento nuevo.
Una fórmula infalible y certera
como flecha directa al corazón,
mortal de necesidad.
Un amor extensivo,
una onda expansiva
que desde donde estáis
llegue a toda la superficie del lago
en oleadas sucesivas,
transmisoras de un mismo sentimiento.
Hasta la gota de agua más alejada
recibe y se conmueve, se siente requerida por
un mandamiento nuevo.
Os doy un mandamiento nuevo.
Una señal distintiva, acreditativa,
una señal de identidad y de identificación,
como garantía de calidad y denominación de origen;
por ella se conocerá que sois de los míos.
Os reconocerán por cómo amáis:
cómo practicáis la solidaridad,
cómo os relacionáis unos con otros,
cómo os afecta las situaciones humanas,
cómo os sentís mandados, solicitados,
reclamados, requeridos por
un mandamiento nuevo.
(Joaquín Suárez Bautista)