Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
(Sal 138)
Conocer y querer en él van de la mano. Pero ese conocer/querer en nosotros hay veces que no pasa de un querer conocer.
En estos días de estar por casa repasemos si queremos a los que conocemos y si conocemos a los que queremos.
Y preguntémonos, cuando alguien se nos atraganta y nos cae mal, si quizá no sea porque no le conocemos bien, porque no conocemos su historia, sus problemas, sus debilidades, sus relaciones, sus deseos, su corazón. Si nos ‘rozamos’ con esa persona pero nunca nos adentramos en ella, nunca llegaremos a quererla.
“Matar a un ruiseñor” es un maravilloso libro, que luego se llevó al cine, donde escuchamos esta gran verdad: “Nunca conoces realmente a una persona hasta que no has llevado sus zapatos y has caminado con ellos”.
Así es, el Señor nos quiere con locura porque nos conoce a fondo, mucho mejor que nosotros nos conocemos a nosotros mismos.
Hagamos por conocer/querer más al Señor y a las personas que la vida nos ha puesto cerca de nosotros.
«El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí» Recibir es acoger, es abrir la puerta, es preparar una mesa, es dejar pasar y hacer sitio. Si sabes que va a venir preparas el encuentro, lo llenas de cierta ansia sana mientras se espera al que viene. Recibir es mirar sin preguntar y saber todo, es abrazar y dar calor. Recibir es hacer que se pare el tiempo de las prisas y centrar los quehaceres en el que viene. Recibir es agasajar con un detalle y una palabra amable, es recuperar un historia y escuchar atentamente… Recibir es crecer en amistad, en relación. Recibir es dejar que una parte de lo tuyo pase a ser compartido, pase a ser de los dos. El hogar se llena de vida compartida. Es complicado recibir en época de confinamiento… pero todavía hay un sitio más en nuestro corazón, acojamos, dejemos sitio…
Al que Él envía… es Él mismo. Envía a los que anuncian su buena noticia. Envía a los pobres que siempre tendremos entre nosotros. Envía a los que no tienen techo o son desahuciados, a los que huyen de la violencia de su país de origen para salvar su vida y la de su familia y piden refugio. Son enviados los pequeños, los que están en los márgenes y periferias o caminos de nuestra sociedad, los que no tienen a nadie que les quiera… «El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí» #YoMeQuedoEnCasa Siempre tengo un sitio para ti aunque no puedas venir. https://buenanoticiadiaria.blogspot.com/2020/05/recibir.html