Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
tregua en el duro trabajo,
Volveré ¿Por qué este abandono tras vencer a la muerte? ¿Por qué este alejarte cuando más con nosotros estabas? ¿Por qué este silencio de la Palabra más viva?
Nos dejas esperando, buscadores, inquietos, apóstoles, portadores de tu Luz, pero confundidos por las sombras cuando te vistes de misterio.
No te nos escondas mucho, en este irte que nos deja huérfanos, en ese enviarnos, tan desnudos de certezas como llenos de esperanza.
En tu distancia, sigue cerca, y a tu modo misterioso sigue siendo el Amor que arropa nuestra desnudez. y sostiene nuestros sueños.
(José María R. Olaizola sj)
«Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo»
Con este versículo parece que Jesús nos da un pequeño resumen de lo que ha sido su vida: dar a conocer a Dios, una de sus constantes en la predicación, en el anuncio de la Buena Noticia, en su vida. Y conocerle a Él. Conocer es amar.
Quiere que sea nueva la manera de estar con Dios, la manera de presentarlo y la manera de relacionarnos con Él. En ello está en juego ‘la vida eterna’, la felicidad, está en juego la vida de verdad, la vida con toda su intensidad y profundidad.
Conocer a Dios que es amor, Padre que espera lleno de misericordia, con entrañas de Madre que conoce a sus hijos, Dios que hace salir el sol para todos, universal y cercano…
Conocer a Jesucristo que cura, toca y cambia la vida, que mira a los ojos y se sienta la mesa con todos, que llora por un amigo y denuncia la desfachatez y la injusticia…
¿Qué nos queda? Responder con nuestra vida al Dios que conocemos, al que Jesús nos ha acercado… no con palabras sino con un testimonio sincero de saber con quién y cómo nos jugamos la vida… la vida eterna, la de verdad.