Abecedario y decálogo del catequista

8 Sep, 2012 | Varios

ABECEDARIO DEL CATEQUISTA

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Anuncia el reino de Dios

Busca el interés por Jesucristo

Continúa la obra de Jesús

Dedica tiempo a la oración personal y comunitaria

Enseña con caridad y con claridad

Favorece a los más débiles

Gasta tiempo e ingenio en favor del Reino de Dios

Huye de todo derrotismo y de la desesperanza

Ilumina con la Palabra de Dios en el Espíritu Santo

Jerarquiza, por orden y prioridad, los valores esenciales de la vida

Lee, para reflexionar, aquello que quiere transmitir

Llega, con silencio y con palabra, en el momento preciso

Mira con optimismo su trabajo. Sabe que Dios le acompaña.

Nunca dice “es suficiente lo que hago”

Opina que su misión merece la pena y que, Dios, le dará fruto

Participa asiduamente de la Eucaristía

Quiere y promueve la verdad y la justicia

Renueva frecuente su vida con la confesión personal

Saborea cada encuentro como si fuese el primero

Tiene la sensación de que una fuerza superior lo sostiene

Une su esfuerzo al de toda la iglesia universal

Vive en propia vida aquello que predica

Xilografía con sus obras lo que siente y vive por dentro

Yuxtapone con su propia vida la orientación del Evangelio

Zarpa, en aquello que se propone, con la ayuda de María Virgen.

DECÁLOGO DEL CATEQUISTA

1.- La catequesis es inseparable de la vida. “Quien educa en la fe no puede correr el riesgo de presentarse como una especie de clown, que recita un papel por oficio”, ha reiterado en varias ocasiones Benedicto XVI. Catequista no es solo el que enseña, sino, sobre todo, el que testimonia. Por ello, la coherencia entre fe y vida es indispensable para el catequista.

2.- La catequesis ha de brotar de la Palabra de Dios. “La Escritura, íntimamente asimilada, sugiere los contenidos que se deben anunciar para convertir los corazones.

3.- La catequesis ha de ser proclamación y testimonio de Jesucristo. “Cristo es todo para nosotros”. La verdadera identidad y condición del catequista es la identidad y la condición del testigo. Escribía San Ambrosio: “Si quieres curar una herida, El es el médico; si estás ardiendo de fiebre, El es la fuente; si estás oprimido por la iniquidad, El es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, El es la fuerza; si tienes miedo de la muerte, El es la vida; si deseas el cielo, El es el camino; si estás en las tinieblas, El es la luz.

4.- La catequesis es un servicio, un ministerio eclesial. El catequista no actúa para sí o por sí. No puede ir por libre, ni “predicarse” a sí mismo. Lo hace en nombre de la Iglesia y para la gran causa del Reino. Lo que el catequizando espera de él es que le muestre a Jesús, al único Jesús, que es el Jesús de la Iglesia.

5.- La catequesis requiere y necesita de la oración. Es su clima, su savia, su abono, su atmósfera más propia, íntima y fecundadora. El catequista ha de orar, ha de cultivar una relación de amor, de silencio, de escucha y de diálogo con el Señor al que transmite. La catequesis siempre ha de comenzar y de acabar con una plegaria. El catequista ha de ser orar sus catequizandos y los catequizandos por su catequista.

6.- La catequesis se alimenta de la Eucaristía. El catequista ha de mostrar con su ejemplo y con su vida que la Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana. “Gustad y ved que bueno es el Señor”.

7.- La catequesis se prepara. Es teología en migajas. Y la teología es la fe que busca la inteligencia. La catequesis no se improvisa. Porque la catequesis sirve para dar razones de la esperanza cristiana.

8.- La catequesis ha de abrirse a los nuevos y viejos saberes. A las ciencias pedagógicas y a las nuevas tecnologías y medios. No para ser esclava de ellas; no para rellenar el tiempo con ellas, sino aprender a comunicar a los hombres de hoy el Evangelio de siempre con los medios, las técnicas y los saberes de hoy.

9.- La catequesis sirve a la verdad. La catequesis ha de dar respuestas fundamentales, fundamentadas y humildes. No ha, pues, de suscitar dudas innecesarias ni temores inadecuados.

10.- La catequesis ha de ser pedagogía del amor. La mejor y mayor autoridad del catequista son su testimonio y su amor. De ahí la importancia de que la catequesis camine a la par que la Escuela y de que la catequesis entre en el hogar, en la familia y en los amigos de los catequizandos.

Jesús de las Heras Muela
Fuente: www.revistaecclesia.com

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