Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
(Sal 62)
Si te atacan, déjame ser testigo de la defensa.
Quiero gritar al mundo
nuestra amistad y tu Justicia,
aunque demasiadas veces
te he fallado.
Intentaré, esta vez, soltar la piedra y escribir, en la arena palabras de amor, como Tú me enseñaste.
Déjame mostrar el barro que tú vuelves tesoro si te dejo ser alfarero de mis días.
Contaré las historias que aprendí de Ti.
Expondré tu lógica que trastoca protocolos
Y aunque mi palabra sea solo balbuceo, basta un eco de tu voz para despertar, en otros, nostalgias de infinito.
Sé que Tú no necesitas mi defensa, pues tu evangelio ya venció.
Soy yo, que necesito ser más discípulo, aprendiendo, de Ti, a hacer de la vida
hogar y fiesta.
Que quien me escuche, Te oiga y quien me busque, Te halle.
Que quien me encuentre Te abrace,
Y quien me mire, Te vea.
José María R. Olaizola