Siempre se puede empezar de nuevo

8 Jun, 2020 | Oración y reflexión

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

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El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra. (Sal.146)

En cada acción, en cada palabra, en cada acontecimiento, en cada minuto de tu jornada, hay algo capaz de dar valor de infinito a todo y de transformar lo más ínfimo y despreciable a los ojos humanos en gloria a Dios.

Si eres capaz de rectificar a menudo la intención de tus actos, de reconducirlo todo a su centro, que es el corazón de Dios y procuras verlo en todo y en todos, eso te proporcionará un continuo incremento de libertad como de ir planeando como las águilas, por encima de incomprensiones, juicios ajenos, opiniones contrarias, criterios desacertados, dimes y diretes.

No olvides comenzar tu jornada ofreciendo todo a Dios. No olvides renovar ese ofrecimiento a lo largo del día, en momentos especialmente señalados, en circunstancias difíciles o incomprensibles, en las situaciones imprevistas y absurdas, en las propias faltas y caídas. Y, sobre todo, no olvides llenar ese último momento del día, la última oportunidad de la jornada, con un confiado y renovado ofrecimiento de lo que eres y quieres ser y experimentarás una y otra vez que Dios es ese Padre fiel que, en cada momento de tu vida, no se cansa de esperarte y salir a tu encuentro.

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